Amores rodados, Combeferre y Juan Tamariz

Ignasi Vidal

Dos semanas hace que no escribía en mi blog y la razón nada tiene que ver con el olvido de la que se ha convertido en una de mis aficiones preferidas. Mi intención no era otra que conseguir que el máximo posible de personas leyeran mi último post sobre la ELA, puesto que me parecía de una trascendencia incontestable. Así ha sido y os doy las gracias a todos.
En estas dos semanas me he encontrado con un sin fin de cosas de las que me ha apetecido escribir en mi blog y ante la imposibilidad de escoger una en que centrarme, he decidido comentar algunas de ellas. Empiezo.

Tuve la ocasión, el 20 de marzo, en mi adorado día de reposo dominical, de asistir a la última función de la compañía Sinónima y Antónima titulado "Amores rodados". Para mí, entrar en un teatro el día en que descanso suele ser una decisión complicada ya que, aunque como espectador, sentarme en una butaca para ver lo que sea, viene a ser como el carpintero que al cerrar el taller se pone a hacer manualidades en casa con palillos para distraerse y olvidar los sinsabores del trabajo diario. Ya sé que algunos de mis compañeros de profesión gustan de ir al teatro en sus ratos libres, pero tampoco penséis que son tantos. La mayoría de los que yo conozco, y conozco a muchos, aprovechan para descansar, y cuando digo descansar me refiero a dormir, comer, siestear, cenar y dormir. Por eso, y aquí hago un aparte, me parecen tan obscenos los Premios Max, puesto que son los profesionales del Teatro los que votan. Todos los profesionales somos convocados a votar, no un jurado escogido para ver los montajes propuestos. Y entonces me pregunto “ ¿si los que votamos estamos trabajando, en función de qué criterios votamos? “ Amigos lectores, os revelaré algo: cuando se acercan las fechas en las que se celebran las votaciones para los Premios Max, nuestros correos electrónicos, los de los profesionales del Teatro, se inundan de mensajes de aquellos que fueron nominados, pidiendo el voto. Así es que, cuando uno gana, lo suele hacer porque tiene más amigos que los demás nominados. No os engañéis, es así. Aunque los que ganen lo merezcan por su calidad, lo merecen tanto como los que no ganaron. Es uno más de los chanchullos que nos podemos encontrar en el mundanal farandulero. No os asustéis, los hay aún peores como métodos de votación pero no me voy a extender más en el tema. De todas formas, si alguna vez me nominan a un Max iré encantado. De hecho ya gané uno en el 2004 por un montaje que, aunque no fue muy visto, demostró que los que trabajábamos en él teníamos muchos amigos, y eso de sentirse querido también es bonito.

Como decía antes del aparte, fui a ver "Amores rodados", montaje musical del que salí encantado y pensando que sí hay un musical de creación en España y que éste no es precisamente aquel que desde hace años tortura al espectador de la Gran Vía con montajes de cuatro horas y con textos dignos de un Tebeo de Ibáñez pero sin la calidad y el gracejo de éste. Los cuatro integrantes del reparto (Cristina Almazán, Patricia Díaz, Manolo Rodríguez y Santi Martínez) se mueven con soltura por un texto inteligentemente cosido por la dirección de la siempre genial Isabel Ramírez. Las canciones aunque escasas, son todas de una calidad incuestionable. Amantes del musical, este show es altamente recomendable. Ahí queda.

En estas dos semanas, ya en la recta final de mi lectura de "Los Miserables", me llamó la atención una cita de Víctor Hugo que pone en boca del personaje Combeferre dirigiéndose a un grupo de estudiantes en las barricadas, y ésta es: “Nuestro corazón es tan propenso a estremecerse y la vida Humana es un misterio tan grande, que, aun en el caso de un homicidio cívico, de un homicidio libertador, si los hay, el remordimiento de haber herido a un hombre excede a la alegría de haber servido al género humano”.
Esta frase, pensé, no puede estar más vigente ahora que en nombre de la libertad y la Democracia, las potencias occidentales bombardean día y noche Libia con un pretexto libertario. Guillermo Toledo, no estás solo.

Finalmente, también en el transcurso de estas dos semanas, tuve la suerte de asistir, en el Teatro Quintero de Sevilla, al increíble show de Juan Tamariz. Este hombre, aparte de ser el mejor mago de cartas del mundo, es de una rapidez mental a la hora de encontrar el gag preciso que abruma. Quiero desde aquí, primero dar las gracias a Juan Tamariz por “amar al público” como uno de sus maestros le enseñó según nos confesó entre truco y truco, y, en segundo lugar, animar a todos los que leáis mi blog a asistir, si tenéis ocasión, a alguno de sus shows. Este artista, que sin duda es el genio más grande que he visto en un escenario últimamente, combina sencillez y maestría por igual, convirtiéndonos, a que los que observamos atónitos sus habilidades como mago y su gracia como comunicador, en niños capaces de creer que la magia existe. Y por lo que pudimos ver los que tuvimos la suerte de conseguir entradas en el Teatro Quintero el pasado Domingo, cuando Tamariz esta en escena, la magia existe.

Hasta la semana que viene amigos.

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