Bienvenida

Carlos Atanes

Pasaba por delante de Teatro a Teatro cuando sentí que alguien tiraba de mi camisa. Entra, Atanes, entra —me dijeron—. Ni corto ni perezoso me fui para adentro y acepté la invitación a cohabitar en esta especie de comuna de blogs junto a estos residentes tan simpáticos que campan por aquí. Desde fuera se ve todo muy serio y adecentado, pero la realidad es que esto es un sindiós, hay calcetines tirados por doquier, los platos se amontonan siempre sin fregar y, con la excusa de que aquí todos son artistas, nadie coge nunca una escoba. Ignasi Vidal, por ejemplo, que es el del blog que hay al fondo del pasillo, se deja las luces encendidas, se pasa todo el santo día cantando serenatas y monopoliza la tele cuando hay fútbol. Ya os podéis ir haciendo una idea de lo complicada que puede llegar a ser la convivencia entre blogueros.

¿Y de qué voy a escribir yo? ¿Un blog sobre cultura, sobre las cosas culturales? Ay de mí, ¿yo? Pero si apenas sé leer ni escribir, si a duras penas distingo entre una metáfora y una metonimia, si a veces me duermo en los ensayos que yo mismo pretendo dirigir —les previne, golpeándome el pecho—. Mas ni los pronósticos de la desdichada Casandra, hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya, fueron tan desoídos como mis lánguidas admoniciones. Y aquí me tenéis, damas y caballeros: teclado en ristre, presto a desafiar vuestro discernimiento, a espolear vuestro ánimo y, a lo peor, a insultar vuestra inteligencia con las peligrosísimas ráfagas mentales que dispararé desde aquí semanal —o quincenalmente, según lo atareado que esté en otros menesteres.

A la una, a las dos y a las tres. ¡Alehop!

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