Carta a un joven cantante

Enrique R. del Portal

“A Alvaro, Carlos, Carolina, Judit, Gonzalo, Fran,Mélida, Arturo, Jorge y Joyce.”

Puede parecer un acto de soberbia, que yo os aconseje sobre cómo debéis encauzar vuestra carrera o vuestro trabajo. Yo prefiero pensar que es una forma de cerrar un círculo, transmitir las buenas enseñanzas que me regalaron a mí, al menos parte de ellas, o su espíritu. En suma, creo que es lo más parecido a sentir gratitud y honrar a los que me formaron.

 

Me preguntáis a menudo, alumnos y jóvenes (y no tan jóvenes) que queréis dedicaros al teatro musical, qué debéis hacer y qué debéis estudiar para enfrentaros a esta tan particular carrera profesional. Yo, claro, no tengo una fórmula definitiva para vosotros, ni en general ni en particular. Pero me gusta pensar, y así suelo decirlo, que cuánto menos se confíe en la suerte y el talento mejor. Me explico; esto no quiere decir que no haga falta una dosis importante de talento, de predisposición natural, puesto que esta es una actividad artística y creativa, y el azar juega un papel importante, seguramente en todas las facetas de nuestra vida. Lo que intento poner de relieve es que no pensemos  en ellos como variables de nuestra actitud para conseguir un objetivo, que debemos estar preparados para la peor audición, para el personaje más difícil, de manera que tengamos cierto margen de comodidad cuando los afrontemos.

 

Decía François Marie ArouetVoltaire que “la suerte es lo que ocurre cuando la preparación y la ocasión se dan la mano y se fusionan”, y es posiblemente la mejor manera de expresar lo necesario que es estar formado y elegir el momento o, al menos, aprovecharlo.

 

En cuanto a lo que más nos ocupa, que es qué hacer para ser “artista de musicales”, lo poco que os puedo decir, es que persigáis vuestro sueño, pero que establezcáis una base sólida, que os permita ser “buenos profesionales”. Es importante conocer el lenguaje musical, no depender de terceros para desentrañar una partitura y poder interpretarla sin necesidad de grabaciones o pianistas. Procurad no aprender las canciones escuchando la versión de un cantante porque, al fin y al cabo, esa es “su” interpretación de la obra. Id directamente a la fuente, a la escritura del autor, y después cotejad vuestro aprendizaje con el de otros cantantes.

 

Obviamente hay que tener un buen conocimiento técnico de nuestra voz. Esto es, saber que ocurre en nuestro sistema respiratorio y fonador para controlar lo más posible nuestro canto.  Debemos practicar mucho, vocalizar, escucharnos, y dejar que nos escuchen; un buen maestro y compañeros que estén más avezados que nosotros. Decía Carlo Bergonzi, gran tenor de ópera, que en el canto, primaban más la técnica y la respiración que la propia voz. Es complicado objetivar algo así, pero pone de manifiesto lo importante que es el conocimiento y control del instrumento frente al instrumento mismo.

 

Por mi formación y mi gusto, creo que la escuela que más control da sobre la voz, más allá de cuestiones estilísticas, es la clásica. Aun así  hay buenos profesionales que enseñan directamente la técnica desde la perspectiva del teatro musical moderno, con una forma de emisión más abierta y técnicamente más flexible. También es aconsejable el tener nociones de  la fisiología de nuestra voz, la anatomía de nuestro aparato fonador. Para esto ayudan mucho los talleres “Voice Craft”, que enfocan la vocalidad desde el punto de vista físico. ¡Ah! Y no olvidéis nunca la respiración.

 

No hay que descuidar la interpretación actoral.  El teatro musical moderno, exige tanto o más de actores que de cantantes. Los directores suelen buscar la fusión perfecta de actor-cantante, en la que sea muy difícil distinguir uno de otro. Esto no evita que nos especialicemos en algún tipo de personaje, que encaje en nuestras características, físicas o vocales, evidentemente.

 

En algún momento interpretaremos un personaje que baile en la función. O incluso participaremos en un montaje protagonizado esencialmente por bailarines. También debemos tener la flexibilidad de aprender una coreografía y desarrollarla de la mejor manera posible. Generalmente, en los espectáculos musicales suele haber dos tipos de coreografía bien determinados para bailarines profesionales y por otra parte, para cantantes y actores. Pero deberemos pasar una prueba de coreografía, en la que se juzgará nuestra plasticidad y nuestra memoria corporal.

 

No descuidad vuestra forma física. Los espectáculos suelen ser muy exigentes con nuestro cuerpo, y es necesario un buen fondo para resistir toda una representación. Cuidad vuestra alimentación y vuestro cuerpo.

 

No dejéis de leer, sobre el teatro, sobre los autores, sobre la música. Seguramente la mente más sabia es la más curiosa. Y aunque un intérprete no necesite ser un musicólogo, nunca os sobrará un dato para enriquecer vuestra actuación.

 

No es fácil. Como cualquier carrera, la nuestra exige un alto grado de especialización, pero también versatilidad, este es un gran punto a nuestro favor.  Por eso decía al principio que no tengo una fórmula para nuestro trabajo. No existe de manera general, sí quizá individual. Cada uno debe descubrir su voz, su cuerpo, su talento, su gusto. Y conforme a esto intentar preparar de la manera más efectiva sus capacidades.

 

Este es un mundo difícil, competitivo, y por eso insisto tanto en la necesidad de una buena base formativa, una red de seguridad que nos permitirá realizar el más complicado trabajo sin que agotemos nuestra energía.

 

Decía Delmira Olivera, extraordinaria soprano Uruguaya con la que estudié mis últimos años de canto, que siempre debíamos cantar con los intereses y no c

on el capital, y se me antoja un consejo aplicable a toda nuestra vida, y no sólo a la interpretación vocal.

 

Me gustaría pensar que en alguno de vosotros hay unFranz Xaber Kappus, que ayudará a que mis consejos tengan algún valor. Aunque yo esté a años luz de parecerme a  Rainer María Rilke, de ser maestro de nada y cada día tenga más conciencia de loa que queda por aprender, me haría enormemente feliz ser útil para alguno de los que sentís la llamada del escenario, que queréis dedicar vuestra vida a entretener a los demás, pero no olvidéis que pasaréis vuestra vida trabajando mientras los demás se divierten. Y qué más se podría desear.

 

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