Resumen
Crítica de Crítica de Calígula debe morir
Sala Mirador. Madrid
Xoel Fernández
Dirección Mabel del Pozo
Producción Bágoa Producciones Teatrales
Dramaturgia: Mabel del Pozo y Xoel Fernández
Diseño de luces: Diego Conesa
Escenografía, vestuario: Margo Rivas
Cartel: Margo Rivas
Agradecimientos: Jamming y pcastroreyes
Opinión crítica sobre esta obra de teatro de Javier Torres.
Crítica de Calígula debe morir
Sí, Calígula debe morir. Parece una obsesión pero tal vez este hoy más vivo que nunca y con una envidiable perspectiva de vida.
Calígula parece concitar la maldad absoluta, como un tiranozuelo de libro y de hecho la obra tiene guiños ingeniosos simulando un enérgico Calígula arengando a las tropas desde el púlpito en Núremberg pero esto, como muy bien ha planteado la directora Mabel del Pozo, es una reducción demasiado simplista.
Calígula es un poeta, un enamorado, un idealista, un narcisista y ¡cielo santo! es apenas un adolescente y por ello es lógico todo lo anterior y también lo de tiranozuelo.
«Calígula debe morir» está magníficamente desarrollada entre la parodia, el humor, la tragedia, el drama, la sordidez y la ternura. Calígula danza, se gira, de deconstruye, se apostrofa y es auténticamente un ser sintiente, libre como un ello freudiano destapado que vive en una tensión vital difícil de soportar mucho tiempo.
El auténtico Cayo Calígula, Cesar entre Tiberio y Claudio duró menos de 5 años como emperador absoluto del Imperio. Pero alguien imagina que un joven al que le gusta la lectura que sería propio de su edad pero no de su rango, apasionado e idealista hasta el absurdo o la maldad gratuita, podría durar más. Calígula ha pasado a la historia como el exceso. Exceso de humanidad descarnada en ocasiones y por ello cruel también y al mismo tiempo tierna y cándida.
El Montaje
Como obra de teatro me parece magistralmente interpretada por Xoel Fernández que transita, se reinventa, se trasviste y se transmuta en la multiplicidad de matices que un ser abierto en canal por la tragedia terrible de la muerte de Drusila, su gran amor, le provoca. Calígula es inagotable e inaguantable como lo son nuestros más íntimos y recurrentes sentimientos cuando se filtran o no se someten a la tiranía del consciente formal personal o social. Atraen y provocan repulsión a un tiempo.
Calígula no va a morir, no debe. Es una proyección terrible de la sombra pero no la veríamos si no fuera por los destellos de luz de la lucidez, y valga la redundancia, que tiene. La lógica mortal y aplastante que pone en práctica porque hace uso de un poder absoluto. Calígula no debe morir, debe actuarse, interpretarse, reinventarse como en esta magnífica propuesta de Mabel del Pozo y perdurar más allá de tópicos como el nihilismo y el existencialismo.
Calígula es una necesidad. Esta versión con todo lo que tiene de crítica y de denuncia y aún aunando de manera fluida y encadenada y divertida todos los tópicos y algún otro más divertido y desenfadado y cómico, más del gusto actual, es una versión reconciliadora.
Si nos sentáramos en el trono de Dios y pudiéramos disponer a nuestro antojo tal vez veríamos que el capricho banal o perverso o la despiadada venganza nos dominarían. Eso no va a pasar. Para eso tenemos a Calígula, para conjurar nuestra sombra aunque la sombra permanecerá y no morirá nunca. Tan solo podemos arrojar algo de luz o dejar que entre.
Conclusión de Calígula debe morir
La obra es también una propuesta arriesgada y una lectura del Cayo histórico o del Calígula literario muy libre y con muchos matices ricos y entretenidos. El monólogo es fantástico y no decae en los 80 minutos de puesta en escena.
Enhorabuena a Xoel y Mabel por esta versión tan personal y autentica con la significación que en el imaginario tiene y tendrá este inmortal Calígula.
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