“A media luz los tres”, de Miguel Mihura. Versión: Rubén Tejerina. Dirección: Fernando Soto. Intérpretes: Fernando Cayo, Pepa Rus y Javi Coll.
Terraza del Teatro Galileo de Madrid.
Como de antaño, pero risas
Un ligón supuestamente imbatible, varias de sus conquistas y el típico amigo torpón que resulta no serlo tanto no son, a primera vista, el paradigma del humor presente. Tampoco lo son a la segunda ni a la undécima, pero es que no les hace falta. Esos tres elementos, y un piso de soltero, son los que necesitó Miguel Mihura para escribir, en los cincuenta, una comedia eficaz y divertida, con destellos de inteligencia, sobre la relación entre los hombres y las mujeres y la búsqueda del amor: “A media luz los tres”. El texto se representa este verano en la Terraza del Teatro Galileo y el aire libre y la opción de beber y picar algo durante la función, le dan relieve a un montaje entretenido y muy bien interpretado por Fernando Cayo, Javi Coll y Pepa Rus.
La versión de Rubén Tejerina le ha dado aire de actualidad al texto: ha refrescado las bromas, ha renovado las referencias, le ha quitado el polvo de armario y ha podado algunas líneas y situaciones. La dirección de Fernando Soto, además, ha impreso a la acción un ritmo rápido (aunque hay dos desfallecimientos en la función que no tienen que ver, creo, con el descanso) y ha optado por una interacción directa con el público (referencias, interlocuciones), dos decisiones que potencian el montaje y su impacto en los espectadores. La presencia, la ejecución y los comentarios de la Desvariétés Orquestina también aportan bastante al entretenimiento. Pero no estaría diciendo todo si no mencionase que, a pesar de los aciertos del montaje y a pesar del remozamiento, el tiempo pesa sobre el humor y la historia y le da a “A media luz los tres” un aire un tanto añejo con ramalazos paternalistas y un tanto misóginos.
Por eso es tan importante el trabajo que llevan a cabo Fernando Cayo, Javi Coll y, sobre todo, Pepa Rus. Los tres explotan al extremo su vis cómica para dar vida a los personajes que les tocan en suerte. Fernando Cayo da graciosa vida a Alfredo, el supuesto experto en mujeres al que no solo no le funcionan las recetas de conquistador, sino que se encuentra siempre queriendo a mujeres muy parecidas entre sí; Javi Coll encarna a Sebastián, el amigo torpón y distraído que un buen día se encuentra convertido, no se sabe muy bien por qué, en imán para las mujeres. Y Pepa Rus da vida a “las mujeres” de la obra, como pasara en el montaje que estrenó el texto en 1953, con Conchita Montes como protagonista.
La capacidad de Pepa Rus para la comedia es ampliamente conocida, sobre todo por sus apariciones en televisión, y se nota que el público la espera. Ella da motivos para disfrutar con una interpretación sin límites internos, en la que juega con el cuerpo, la voz, los acentos y los gestos para dar vida a tres personajes muy distintos. Incluso en el registro más relajado, cuando da vida a la nueva vecina, la actriz transmite verdad y calor. Ella es la gran arma del montaje.