Crítica de «Chefs»

CRÍTICA Durante julio y agosto, en el Teatro Alfil

David Ottone y Marcos Otton.
El Teatro Alfil acoge las funciones de "Chefs", la nueva creación de Yllana y un montaje prácticamente perfecto para reír sin parar.

“Chefs”. Idea original: Yllana. Dirección artística: David Ottone y Fidel Fernández.
Intérpretes: César Maroto, Carlos Jano, Rubén Hernández, Susana Cortés.
En el Teatro Alfil de Madrid.

Chefs: Un imprescindible

Sí, es “Chefs”, una de las últimas creaciones de Yllana. Uno de esos montajes de sí o sí: hay que verlo. Es uno de esos imprescindibles que, si al final no se ve, deja, incluso en quienes no han oído hablar de él, la sensación / reconcome de haber perdido una oportunidad. Tal es su potencia. “Chefs” es una oportunidad de oro para reír sin descanso. Para paladear la magnífica sensación (comunión) de un teatro lleno disfrutando. Para ver en acción y acierto pleno la imaginación de un grupo de creadores que parece en esplendor creativo. Para dejarse llevar hasta la carcajada por la química y el trabajo sensacional de los tres actores y la actriz protagonistas. Para reír, reír y volver a reír. “Chefs” es una oportunidad de oro para vivir una buena historia, contada a través del humor mejor hecho que he visto en mucho tiempo. Una oportunidad para disfrutar de un espectáculo, dicho sin un pero, redondo.

“Chefs” se llama así porque habla del mundo de la cocina y la gastronomía. Cuenta la historia de un cocinero endiosado, que disfruta las mieles del éxito gracias a su niu cuisine. Sus platos no fallan, hace un programa de televisión y tres estrellas, como las de Michelin, refulgen en su restaurante. Pero un día, algo sale mal y las estrellas van cayendo a la misma velocidad que su prestigio. En plena crisis, el cocinero busca respuestas y soluciones: pide ayuda a amigos, busca la inspiración en otras tradiciones culinarias e incluso pide ayuda a su familia, por si la clave estuviera en el regreso a la cocina tradicional. La historia avanza sin descanso en “Chefs”, lanzada por un alocadísimo encadenamiento de gags que brinda momentos absolutamente memorables, como cuando la familia del protagonista toma el teatro, o cuando éste visita el restaurante japonés o cuando el crítico visita su restaurante y pone a prueba sus nuevas ideas.

La palabrería y el estupendismo que existen en torno a la nueva cocina, el concepto de cocinero estrella, la competencia entre restaurantes… todo eso entra en la coctelera de Yllana, al mismo tiempo que lo hacen el ego, los miedos, el amor, los estereotipos italianos y japoneses… Por eso el humor que surge es imbatible: no descansa solamente sobre la historia, sino que se multiplica mediante la subversión de algunos de los grandes temas de siempre y su engarce en gags que se suceden, se calientan y estallan como palomitas. Todo sin palabras, hay que recordarlo, más allá de algunas que se manejan inteligentemente dentro de la historia u otras que se le escapan al reparto cuando está ya metido en harina. La maestría de Yllana, acreditada en “666”, en “Brokers”, en “The Gagfather”… alcanza en “Chefs” una potencia inimitable.

La manera de hacer de la compañía, que en este montaje se muestra en esplendor, tiene un parentesco clarísimo con lo mejor de los genios del cine mudo, aquellos en los que todavía no se había borrado del todo la huella teatral, aquellos que siguen fascinando y haciendo reír con escenas aparentemente sencillas. Eso de que tomarse el humor a la ligera es una estupidez resulta absolutamente cierto ante aquellas películas y también ante “Chefs”, que se mueve a ritmo cinematográfico en la eficaz e inteligente escenografía de Anna Tussell. Pero lo que con más fuerza conecta aquel cine con este montaje es la certeza de que, tras la simplicidad que el espectador ve, existe un complejo mecanismo cómico que juega con lo físico y con la gestualidad, una coreografía del desastramiento, pero que juega también, y se arriesga, con todas las onomatopeyas, ideas o referentes que cree que pueden estar en la psique de su público, dispuestas a ser acariciadas con una pluma.

Un mecanismo que el espectador quizás no percibe, pero que le transforma y le troncha sobre la butaca. Un mecanismo del que los actores se convierten en oficiantes. En “Chefs”, a un nivel altísimo. César Maroto, Carlos Jano, Rubén Hernández y Susana Cortés brillan literalmente en cada uno de los números y logran que “Chefs” roce la plenitud. No es solo que interpreten bien, que la química entre ellos sea evidente o que jueguen habilidosamente con el público en los dos o tres momentos que el montaje sirve para la interacción directa; es que se integran de un modo casi orgánico con el espíritu y los ritmos del montaje, “lo juegan”, y de esa manera le dan naturaleza de espectáculo vivo, lo que acrecienta su impacto cómico.

En una entrevista reciente, Fidel Fernández, director de “Chefs” junto a David Ottone, nos contó que Yllana busca las maneras de hacer que el gag del tartazo vuelva a sorprender. Se trataría, pues, de un viaje a las raíces similar al que emprende el protagonista de la historia, pero no con el objetivo de replicar punto por punto esa tradición, sino con el de beber en ella, inspirarse en sus elementos e integrarlos en un artefacto cómico inteligente pero inteligible, sofisticado pero accesible. Un humor de color marfil, no blanco, con capacidad para hacer reír a todos. 

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