“De mutuo desacuerdo”, de Fernando J. López. Dirección: Quino Falero
Reparto: Toni Acosta e Iñaki Miramón.
En el Teatro Bellas Artes de Madrid.
Los que pagan los platos rotos
No recordaba que ya había visto una obra escrita por Fernando J. López. Fue “Cuando fuimos dos”, en la Sala Triángulo, en 2012. Al recordarlo, me he dado cuenta de que aquella y “De mutuo desacuerdo” están ligadas por una misma manera sensible de acercarse a las quiebras y las reconstrucciones sentimentales: una manera que no dibuja dicotomías sino que acumula con naturalidad lo que tiene de amargo y de dulce la existencia. Aquella era la historia de una pareja homosexual rota que hacía memoria de su tiempo juntos, ésta la de una pareja divorciada que, a pesar de la rabia y los errores, tiene que acabar mirando al futuro. A “De mutuo desacuerdo”, que tiene varios de los elementos necesarios para conectar con una audiencia amplia, no le hace falta nada más que su texto y dos buenas interpretaciones de Toni Acosta e Iñaki Miramón para hacerse una función entretenida y emocionante.
Me resisto a hablar de ella como comedia, a pesar de lo que digan las previas y el programa de mano. Por supuesto, nos reímos viendo a esa ex-pareja que sigue batallando para tener razón aunque ya, supuestamente, no haya guerra. Se buscan las cosquillas, se lanzan pullas y blancamente se insultan y se faltan al respeto en el proceso de aprender a tolerarse. Nos reímos, porque el texto tiene líneas excelentes y los dos actores protagonistas manejan a su antojo la vis cómica, pero hay en todo un fondo amargo en el que se cifra la madurez de la obra. Es el de ese personaje que no aparece, que no habla, que no sabe si abrir o cerrar la puerta: el hijo de ambos, el niño perdido y rabioso que le pone el tic-tac al proceso de sanación sentimental de sus padres. Sus trastadas y rabietas son algo así como un “Daos prisa en eso, porque yo estoy esperando”.
Son las llamadas de atención de un niño solo y triste, que paga el precio de las reconstrucciones de sus padres. A través de él, que no aparece pero está en todas las líneas del texto y en todos los minutos de la versión pulcra, honesta y cercana que dirige Quino Falero, la obra entra en los temas grandes sin desbaratar, gran logro, su tono de comedia: la desatención de la infancia, la incomunicación entre padres e hijos, el conflicto entre maternidad/paternidad y desarrollo personal, las maneras de superar una ruptura… Iñaki Miramón, y sobre todo Toni Acosta, lo ponen todo al servicio de la historia y trazan con verosimilitud el viaje de sus personajes: él, el hombre dolido y algo acobardado ante sus responsabilidades como padre; ella, la mujer de repente sola que echa un poco de más sus atribuciones como madre divorciada y un poco de menos sus posibilidades como mujer y creadora. Toni Acosta está fantástica en la comedia y la ternura.
Suena convencional, pero es que las convenciones siempre tienen algo de cierto: “De mutuo desacuerdo” es una de esas comedias para reír primero y después pensar qué pasa en la vida de los niños mientras nosotros buscamos qué hacer con nuestras vidas.
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