Crítica de «Fuente Ovejuna», de La Joven Compañía

CRÍTICAS: Hasta el 30 de abril, en el Teatro Fernán Gómez

“Fuente Ovejuna”, de Lope de Vega. Versión: Juan Mayorga. Dirección: José Luis Arellano.
Reparto: Pablo Béjar, Alejandro Chaparro, Enrique Cervantes, Víctor de la Fuente, Samy Khalil, Jaime Lorente, Helena Mocejón, Álvaro Quintana, Alejandro Villazán, Carolina Yuste.
En el Teatro Conde Duque, hasta el 30 de abril

La revolución televisada de los corderos

¿Se puede hacer una “Fuente Ovejuna” que mantenga la palpitación ajusticiadora de su trama principal sin contagiarse de la alegación benevolente sobre el Rey justo? Yo tenía mis dudas, por culpa sobre todo de la teoría de las emociones como vasos comunicantes. Pero el montaje que La joven compañía está poniendo en pie mañana y tarde desde el pasado 3 de abril me las quitó de un golpe. Los jóvenes actores y actrices de LJC, a las órdenes de José Luis Arellano, trenzan una función nervuda y sólida, un asalto preciso a la madurez escénica a lomos de una versión del siempre excelente Juan Mayorga. Esta “Fuente Ovejuna”, gestualidad violenta, mirada sensible a la miseria, ironía a carretadas, justifica por derecho el aplauso que la compañía viene recibiendo, en forma de salas llenas y nominaciones a los Premios Max.

Es justo, creo, decir que este montaje tiene un dibujo mucho más nítido y una ambición más exigente que aquel “El señor de las moscas” que era sobresaliente por su voluntarismo y que les ha traído la nominación. Los actores han crecido como actores, y esto quiere decir no sólo que interpretan con mayor seguridad, sino que se mueven con aumentada soltura por sus propias mentes, en la tarea de reflexionar sobre lo que tienen entre manos. No se me ocurre que haya algo mejor que decir sobre esta Joven Compañía que es, fundamental y radicalmente, un proyecto educativo no sólo hacia afuera (el público) sino también hacia dentro (los artífices).

Esta maduración se traduce en la desenvoltura con que todo se mueve en el marco de la escenografía minimal de aires industriales y ambientes diferenciados que tiene el montaje, pero sobre todo en la capacidad para dar textura emocional y perfil reflexivo, las dos al mismo tiempo y machihembradas, a las historias que emprenden. Se ve, se observa, se disfruta en la manera en que levantan en escena la historia de amor requebrado de Laurencia y Frondoso, la obsesión lasciva del Comendador con la primera, símbolo y trofeo de su poder irreplicable, la náusea, el asco y la rabia de Laurencia ultrajada. A ella la interpreta Carolina Yuste con una vibración exacta que brilla en el parlamento de la justicia. Al Comendador le da vida Jaime Lorente, que tensa las cuerdas vocales y las fibras musculares para interpretar los pliegues de un absolutista degenerado, cuyo mundo se periclita. Y no por las circunstancias, sino por la iniciativa de las personas que se le oponen.

Sin embargo, y sigo con la idea para acabarla, donde mejor se observa la madurez es en la maniobra fascinante que el montaje lleva a cabo con el Rey. Referencia última de los actos del personaje colectivo que es el pueblo, mano castigadora o redentora, ha tenido aura de bueno por su magnificencia con la Fuente Ovejuna conjurada. Y este montaje le quita la pátina, le hace presente en todas las escenas del drama del pueblo y, de esa manera, le hace cómplice de las desgracias que finge desconocer. Es un movimiento audaz de la versión y del montaje y una interpretación magnífica de Enrique Cervantes, mitad bienqueda soberbio y melifluo, mitad showman arrogante. Es una apuesta dramática valiente, que lleva esta “Fuente Ovejuna” a un interesante plano de reflexión sobre la posible revolución televisada. De los corderos.

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