“Our Town”, de Thornton Wilder. Versión y Dirección: Gabriel Olivares
Reparto: Raúl Peña, Chupi Llorente, Alejandro Pantany, Mónica Vic, Ángel Perabá, David García Palencia, Efraín Rodríguez, Eduard Alejandre, Eva Higueras, Javier Martín, Gemma Solé, Elena De Frutos, Paco Mora, Roser Pujol, Mariam Torres.
Producen: El Reló, TeatroLab e Hiato Company.
Todo, en la aparente nada
Grovers’s Corner es un pueblo cualquiera que demuestra que no existe algo así como “un pueblo cualquiera”. Cada una de las personas que pasea por su calle principal, o que trabaja en uno de sus huertos, o que bebe hasta trastabillar, tiene dentro y en marcha una historia única y al mismo tiempo universal. Una vida y sus misterios (o como se les quiera llamar). Ahí es donde está la magnífica maniobra literaria y moral que Thornton Wilder llevó a cabo en el ejemplo de gran literatura que es “Our Town”: mostrar cómo todo, lo importante, lo trascendental, lo nuclear, reside o habita o viaja en la aparente nada de lo cotidiano. Ahí es donde está, también, la fuerza de la versión que Gabriel Olivares está dirigiendo en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Una versión que respeta hasta la raíz el espíritu del texto y lo ennoblece con una propuesta desnuda y viva, emocionante y tierna. Un imprescindible que no se merece tener butacas vacías.
Imprescindible porque este “Our Town” de investigación y reparto amplio ha comprendido el latido puro de la historia de Wilder. Son tres vistazos, en tres momentos diferentes, al entramado de vidas pueblerinas que es Grover’s Corner: la cotidianidad, el amor y el matrimonio, la muerte. Los Webb, los Gibbs, los Crowell, el borracho Stimson construyen el pueblo, en un sentido más que físico, con sus idas y venidas, sus discusiones, sus huertos, sus ocupaciones, sus cotilleos, sus enamoramientos. Dentro de ese orden vital, un orden incipiente, una nueva vida, diferente y semejante, la historia de amor de Emilia Webb y Jorge Gibbs. Y más dentro aún, en ese nuevo comienzo, su propio final. La muerte como fin de rito y, ahí la concesión más grande que se hace el texto, como ganancia de perspectiva para que cobren luminosidad los instantes que en vida pasaron desapercibidos. Vivir es probablemente no enterarse de nada, pero “Our Town” anima a seguir intentándolo.
Imprescindible porque el trabajo de los actores, más allá de algunas leves desnivelaciones, revela una cohesión inquebrantable, un fondo común de sentimientos sin el que no habría manera de hacer vida, ése es su reto, en el escenario vacío. Disfruté el cinismo rotundo de Raúl Peña como el borracho Stimson, ese personaje fascinante del que apenas conocemos detalles. Aprecié la ternura maternal, y los padecimientos, también maternales de Chupi Llorente y Mónica Vic en dos interpretaciones cercanas. Miré con gusto, y a ratos sonrisa boba, el surgimiento y los desarrollos del amor entre los dos personajes que pueden considerarse protagonistas, Emilia y Jorge. Elena de Frutos y Paco Mora, por momentos demasiado enfáticos, lo entregan todo en sus pieles y hallan la combinación buena entre dolor y ternura. Sentí que el engranaje, con todos los demás, hacía su viaje límpidamente.
Este “Our Town” es también imprescindible porque, sí, Wilder ya “decretó” una puesta en escena vacía y el juego con lo metateatral, pero nada dijo del dibujo escénico, el ritmo y los excelentes mecanismos teatrales que Olivares emplea en su función. Una propuesta inteligente y plena de sentido, que halla la manera de que lo escénico potencie el tema y la trama siendo múltiple y dinámica, capaz de abrirse a la comedia lo mismo que al drama, hábil para mostrar la belleza queda de las cosas ínfimas, confortable y divertida en su apertura a lo musical… Una propuesta absorbente, que hace apenas un rato de las dos horas que dura, y vital, en tanto que variada, sorprendente y fascinadora.
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