Crítica de «Proyecto Homero»

CRÍTICA: En el Teatro Conde Duque, en Madrid

La Joven Compañía se adentra en Homero a través de la "Ilíada" y la "Odisea" de Guillem Clúa y Alberto Conejero. Un díptico valiente.

“Ilíada”, de Homero. Versión: Guillem Clúa/“Odisea”, de Homero. Versión: Alberto Conejero.
Dirección: José Luis Arellano y David R. Peralto.
Intérpretes: Javier Ariano, Cristina Bertol, Katia Borlado, Alejandro Chaparro, Juan Frendsa, Víctor de la Fuente, Cristina Gallego, Jota Haya, Carmen Ibeas, Samy Khalil, Jesús Lavi, Juan Carlos Pertusa, Álvaro Quintana, María Romero y Álex Villazán.
En el Teatro Conde Duque de Madrid, hasta el 30 de abril.

El deseo de mañana

Hay algo de consagración en el “Proyecto Homero” que La Joven Compañía está poniendo en escena en Madrid. No se trata de un objetivo público, y después de esta consagración vendrán otras muchas, pero es como si este equipo de jóvenes profesionales hubiese querido revelar su madurez en un solo golpe de mano, y hacerlo además frente a un reto mayor: Homero. El bardo griego, que capturó como nadie (nadie de entonces y nadie de ahora) la miseria esplendorosa de los hombres y sus destinos, es la semilla de la que nace nuestra tradición literaria. Y a ella viaja La Joven Compañía, con todo el futuro por delante y bastantes tablas ya, para dar un paso más en la fascinante trayectoria de éxito que viene dibujando desde hace cuatro años, bajo la mano de José Luis Arellano y David R. Peralto.

Este programa doble, este díptico homérico que se construye a través de la mirada de Guillem Clúa y Alberto Conejero, define a La Joven Compañía como una de las más valientes de las que existen hoy, y hablo del circuito profesional. Lo que han hecho con “Ilíada” y “Odisea” no es solo una magnífica propuesta pedagógica que llevará mitología, temblor de guerra, valores y muerte, viaje y descubrimiento a miles de jóvenes estudiantes de secundaria y bachillerato. No, no es sólo eso aunque eso sería ya mucho. “Proyecto Homero” es una osada empresa escénica, que penetra en dos textos seminales, los lee con inteligencia y logra emocionar durante tres horas. Las muchas virtudes y los escasos defectos de estos dos montajes son fruto de su audacia.

Guillem Clúa ha preparado una versión esencial de “Ilíada”. Los más de 15.000 versos del poema homérico se concentran hasta el tuétano en un texto que, a través de parlamentos insertos y notas sardónicas, va convirtiéndose en un alegato antibelicista. La guerra se retrata a través de sus víctimas (la verdad, el amor, el futuro, la lealtad, el heroísmo) y la épica queda señalada como un recurso retórico del poder. La maniobra es atrevida, pero funciona en lo dramático y también en lo lógico: en parte por la habilidad de Clúa, en parte porque el material original es tan excelente que está blindado. A pesar del propósito de intervención textual, o precisamente por ello, los mejores momentos del montaje (al que la plataforma circular móvil aporta poco y al que sobra en mi opinión algún instante coreográfico) coinciden con aquellos que son cima en el texto: el monólogo de Helena en las murallas, la dicotomía Amor/Honor en la doble conversación entre Héctor/Andrómaca y Paris/Helena, el encuentro entre Aquiles y Príamo, que solicita de rodillas los restos de su hijo Héctor mientras se abre camino la primera identificación de los enemigos como hombres: “Reconozco en ti mi propia desolación”. Por desgracia, es ya tarde y la guerra lo ha arrumbado todo.

La Joven Compañía es muy consciente de su público y esto es tanto una virtud como un defecto. Los guiños ‘adolescentes’ con los que atraviesa sus montajes, el recurso a lo coral-festivo, ciertos alivios cómicos, se echan de más en algunas ocasiones, aunque esto es seguramente solo problema mío. Como gozne entre “Ilíada” y “Odisea”, sin embargo, opera a la perfección ese ‘intermedio’ dialogado y colegial que resume lo visto, aclara la situación y sienta las bases de lo que se va a ver. La “Odisea” de Alberto Conejero plantea una maniobra metanarrativa algo más compleja que “Ilíada”, pues conocemos en sucesivas analepsis las andanzas de Odiseo/Ulises desde el término de la Guerra de Troya hasta su regreso a Ítaca. Se despliega con el interés de una aventura y gana en oscuridad cuando el protagonista aparece perseguido por su pasado, pero es también, cuando el foco está en Telémaco, una novela de iniciación, un relato interesante sobre la búsqueda/construcción de la identidad.

Javier Ariano, Cristina Bertol, Katia Borlado, Alejandro Chaparro, Juan Frendsa, Víctor de la Fuente, Cristina Gallego, Jota Haya, Carmen Ibeas, Samy Khalil, Jesús Lavi, Juan Carlos Pertusa, Álvaro Quintana, María Romero y Álex Villazán. Todos son actores de La Joven Compañía, todos han crecido en ella junto a otros que han salido de su seno y están en otros proyectos. Su pasión de actores jóvenes, como la pasión de todos los jóvenes que no suben al escenario pero hacen posibles los montajes, es la fortaleza mayor de La Joven Compañía. Ir completando el talento que se lleven cuando ‘vuelen’ de casa, el reto más importante. Todos hacen, en “Proyecto Homero”, un trabajo notable y coral, pero no creo que sea injusto poner de relieve que María Romero (Helena), tiene maneras y hechuras de actriz magnífica. Es en el trabajo de estos jóvenes donde está “ese deseo de mañana” que nos sigue poniendo en marcha.

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