Resumen
Rocky Horror Show.
Gran Teatro Bankia Príncipe Pío.
Reparto:
Javier Godino
Aron Tucker
Daniel Garod
Leyre Aranda
Pedro Castro
Estefanía Rocamora
Elena del Rosario
Diego Klein
Oskar Frendo
Sergio Velasco
Fernando Gervasi
Kike Muñoz
Tamara Rosado
Alba Murillo
Autor, música y letra: Richard O’brien
Diseño de vestuario original: Sue Blane
Arreglo musical: Richard Hartley
Arreglos musicales adicionales: Simon Beck
Traducción Libreto: Juan José Ballesteros
Dramaturgia: Pedro Entrena
Dirección: Pedro Entrena
Producción: Rocky Horror Spain
Producción Ejecutiva: Antonio Murillo (Scope Producciones).
Dirección Musical y Diseño Sonoro: Ángel Colomé
Escenografía: Pedro Entrena y Pedro Castro
Coreografía: Oskar Frendo
Iluminación: Germán Collado
Vestuario: Marce Martínez
Peluquería y Maquillaje: Cruz Puente
Fotografía: Leire Ro
Una crítica de Javier Torres.
Rocky Horror Show en se estrenó en Londres hace más de 40 años. Después vino la fantástica película de culto con el mismo título, con Tim Curry y Susan Sarandon y dirigida por Jim Sharman en 1975.
Crítica de Rocky Horror Show
En primer lugar, el show de ayer fue una pasada. Desde antes de apagarse las luces, Estefanía Rocamora ambienta la sala entregando periódicos, guantes de látex, naipes y algún que otro objeto que después tendrá su propósito en la función. Además es esta misma actriz la que introduce el musical cantando en directo “Science Fiction, Doble Feature” mientras todo hace presagiar que algo mágico y felizmente absurdo va a empezar.
La historia
La historia comienza con un enlace nupcial y con un viaje que la pareja de recién casados, muy tiernos, sosos y mojigatos realizan en coche una lluviosa noche y con tan mala suerte que un accidente les obliga a pedir ayuda y refugiarse en el castillo del doctor Frank-N-Furter, un dominante andrógino. Y aquí empieza lo bueno. Pues en el momento que atraviesan el umbral de la puerta, lo que parecía iba a ser insulso y anodino se transforma, se trasviste, se transexualiza en algo intenso y singular y ya no volverán a ser los mismos.

El anfitrión prepara la presentación de lo más sublime de su creación: un perfecto y musculoso prototipo de hombre llamado Rocky. Los acontecimientos, de este modo, discurren entre inquietantes y singulares y la inocencia dejará paso a una lujuria intensa y la demencia más subversiva. La música, las luces y el público mismo envuelven este espectáculo que da vueltas sobre sí mismo como si de la carpa de circo preparada en el Teatro Bankia Príncipe Pío pudiera escaparse de un momento a otro.
La música
Los temas se suceden. Los que desde mediados de los 70 vuelven una y otra vez a los teatros y salas de todo el mundo congregando a un gran número de fieles y neófitos que pronto serán entregados adictos a cualquier reposición allí donde sea que la encuentren. Confieso que hace más de 20 años que pude ver en un teatro de Boston el espectáculo. La sala a rebosar, los espectadores vestidos como los personajes al modo de los séquitos que siguen los estrenos de Star Wars y el teatro convertido en una fiesta, arriba del escenario y en el patio de butacas que vibraba, cantaba, insultaba, sí, insultaba a los personajes y reían a mandíbula batida. Fue toda una impresión.
Después, en mi caso particular, vino la película. Y más funciones a las que ya asistía sabiéndome el ritmo. Y la letra en inglés de las canciones que previamente había estudiado. Me convertí en un religioso practicante más de esta parroquia llamada Rocky Horror. Daba clases de español en Estados Unidos y después de unos meses terminaban los más de cinco años que estuve allí destinado. Desde entonces y siempre que voy allí lo busco y asisto divertido y rejuvenecido. Todavía recuerdo las letras.

Ayer las pude cantar en este espectáculo que me pareció de gran altura a pesar de no contar con los medios que serían necesarios para un gran musical. La calidad interpretativa de los actores y la entrega de todos ellos así como la ambientación y disposición de la sala y el calor del público hicieron que la magia funcionara de nuevo y volví a tener 20 años menos. Sí, let´s do the time warp again.
Los números musicales funcionaron muy bien, en directo, en inglés, coreados por parte del público y magníficamente interpretados por los actores y actrices. Algunos como “Time Warp” o “Dammit Janet!” son de los primeros y los más tarareados.
Libreto
Las letras de todos los temas y los diálogos son hilarantes por desconcertantes, surrealistas, tal vez fruto de alguna noche loca de finales de los sesenta o principios de los setenta donde todo era posible y no había censura posible pues la libertad se abría paso con euforia. Los guiños a los actores y películas inglesas y americanas de aquellos años son constantes- Frases icónicas, actores y actrices del momento que hoy aunque tal vez sean casi desconocidas por el gran público, incluso el americano, tienen un sabor salvaje, joven, actual y hasta provocador. Sí, todavía hoy.

Algunas escenas son explosivas. Alguna tal vez no resistiría la censura que hoy nos hemos impuesto con lo políticamente correcto y es que Rocky Horror Show sigue siendo hoy transgresor y liberador de prejuicios y falsos convencionalismos. Cuando se levanta el telón se caen todas las etiquetas y que cada cual lo disfrute a su gusto. Y dejen correr la libido a sus anchas.
El espectáculo es muy sexual. Pero casi de una sexualidad amorfa, polimorfa que diría Freud, pero con tanta picardía e hilaridad que provoca pero divierte. En consecuencia, es una transgresión de códigos pero así como en las fantasías sexuales hasta la menos procaz de las imágenes es un icono enervador del deseo aquí las imágenes son texturas envolventes que nos encuentran y nos suben a escena sintiéndonos arropados por un entorno de incondicional aceptación sin censura posible.
El equipo de Rocky Horror Show
Pedro Entrena dirige un equipo fantástico que levanta aplausos número tras número. Así, subidos en tacones de aguja se mueven y desenvuelven ligeros combinando boas con futuristas trajes espaciales en movimientos sincrónicos. Suben y bajan del escenario y hasta se acercan al público. Sin duda Aron Tucker está soberbio en el personaje de Tim Curry, dulce y tremendamente explosivo. La interpretación, los movimientos, los bailes y las provocaciones en su punto de ebullición.
Leyre Aranda en el papel de Janet Weiss y Daniel Gardo en el de Brad Majors están divertidos y se metamorfosean sin desmerecer en absoluto de los cinematográficos con la ventaja de poder lanzarles improperios en vivo en directo y acompañados por un montón de incondicionales.
Asistir a la representación supone dejarse llevar en una complicidad con actores y público. Además, la producción facilita que la interacción sea fluida y divertida. El ritual de los insultos y el uso de diversos artículos crean un ambiente. Y te zambullen de lleno en un espectáculo único en el que las coreografías son fascinantes.
Atención: este espectáculo crea adición. No se resistan.
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