Dead Hamlet.
Teatro Alfil de Madrid.
Intérpretes: Lucía Pérez, Fernando Lahoz, Thais N. Izquierdo, Tiziano Giglio, Elena Segura, Pedro S.Montoya, Yumeko Imai, Carmen Olmo
Espacio escénico, versión y dirección: J.M.Mudarra
Vestuario: Carmen de Giles
Escenografía y atrezzo: Fau Nadal
Diseño maquillaje y peluquería: Marta Flores de Giles
Maquillaje y peluquería: Vanessa Mudarra
Espacio Sonoro y cantos: Marga Reyes
Coreografías de danza: Irene de Bruguera
Sonido : Nacho Pujol
Iluminación: Luis Zapata
Gestoría: Tabacasol 2010 SL.
Diseño Gráfico: Enrique Obrero
Fotografía: Mara León y Curro Casillas
Vídeo: Sergio Tallafet
Regidor: José Manuel Calvo
Asesoramiento artístico: Evaristo Romero
Ayudante de dirección: Sergio Martín
Producción y distribución: Rafael Herrera / Hiperbólicas producciones
Crítica de Javier Torres
Una impactante versión de la versión clásica de Shakespeare en la que el espectador va entrando desde el primer minuto que se sienta en el patio de butacas y espera que todo el mundo llegue y se levante el telón.
La música que suena y resuena y se hace una insistente melodía con letra en inglés repite el «to be or not to be» como una maldición o un destino trágico en el que nos adentramos y del que ya sólo regresaremos transformados. La obra es impactante, tormentosa, oscura en ocasiones sobre el escenario pero luminosa y muy lúcida al presentarnos al protagonista impelido, forzado, empujado desde dentro y por la fuerza de los acontecimientos a una acción sobrecogedora.
Hamlet se presenta como alguien sometido pero valiente. Sometido por los acontecimientos que se le han impuesto al ver a su madre de nuevo casada con aquel que ha matado a su padre. Hamlet se ve forzado por una encomienda paterna que en cierta forma le agrada pues permitirá que el joven exprese toda la rebeldía, necesidad de ser y de pasar a la acción y también que desarrolle su ingenio y sagacidad.
En esta ocasión, Hamlet es trágico pues es la resistencia y la lucidez frente a las normas, lo establecido y lo inmoral. Su dilema es someterse o luchar. Es un dilema aunque el espíritu atormentado de Hamlet no podría someterse.
Así es Dead Hamlet
Hamlet es puro ímpetu, tenso y angustiado. Sus palabras se contorsionan, su gesto se anquilosa, su mirada salta o se fija, se pierde o traspasa lo que ve. Hamlet es pura epiléptica voluntad de no diluirse o desdibujarse sino, más bien al contrario, empujado por una devastadora lucidez, actuar.
El juego de luces y sombras, las tonalidades que imprime a los rostros y a los gestos, la significada individualidad de cada foco y cada luz en el escenario sobrecoge y resalta este dilema claroscuro de la conciencia.
El montaje es sobresaliente. La simplicidad de elementos pero se vuelven multiplicidad en el juego de movimientos y la versatilidad de los pocos pero sustanciados elementos sobre el escenario confieren una dinámica a la vez claustrofóbica y densa, nerviosa pero sincronizada, como la mente del joven Hamlet.
El vestuario acertadísimo pareciera llevarnos como en un túnel del tiempo a la más sombría y medieval Dinamarca. Los personajes titilan constantemente o se convulsionan. Es como la mente y el pensamiento del joven príncipe que se proyecta al exterior. Felicidades a Carmen de Giles por el magnífico vestuario con sus ropajes pardos y sus colores tan estudiados. Esas telas de esos rojos tan dramáticos en contraste con los tenebrosos negros.
La simbología y metáfora de los elementos escenográficos, las luces, el vestuario… son de una coherencia narrativa y de una sincronicidad apabullante. Nada se deja al azar y los millones de gestos y microgestos son pensados y actuados con una precisión milimétrica. Es absolutamente increíble y sobrecogedor ver desde el patio de butacas tan convulsivo movimiento en el que no falla ni la posición de una ceja. Un encaje de bolillos de cuerpos y cabezas, brazos y piernas que componen escenas de una belleza poética admirable y que dejan paso a otras tanto o más admirables en un sinfín de composiciones enormemente impactantes, dramáticas y sufrientes.
Los actores están realmente increíbles. Desde el minuto uno que se encienden luces es imposible apartar la vista y en ocasiones el movimiento y la acción se están desarrollando en varias zonas del escenario.
La música está lograda componiendo una atmósfera de intriga y misterio y las palabras en perfecto inglés shakesperiano repiten los versos más conocidos de la obra.
En consecuencia, todo está pensado y actuado al nanosegundo. Los bailes y movimientos, la coreografía es en ocasiones una danza mortuoria y agorera del final trágico que todos conocemos pero no por conocido es menos impactante y aterrador.
Enhorabuena a José Manuel Mudarra y a todo el equipo de Sennsa Teatro por esta obra enérgica, obra de arrebato y pasión, Pero coherente y tan minuciosamente pensada y escenificada.
Felicidades a toda la compañía de Dead Hamlet. A Sandra Pozo, Fernando Lahoz, Thais N. Izquierdo, Adrián A. B. , Blanca García de Arboleya, Rebeca García, Beatriz Arias, Conso Muñoz, Renata Edison, y A. Cornejo por su trabajo exuberante, intenso, arrollador y tan sincero y honesto.
Fue un rato del mejor teatro.
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