Decía mi amigo Carlos Atanes en su brillantísimo post "El Universo se expande" que simpatiza con la rebeldía de los artistas para saltarse las normas y aquello que está establecido, y enumera diferentes casos, en distintos ámbitos, que rompieron moldes en pos de ese deseo de trasgresión, que en el fondo no busca otra cosa que el cambio (un cambio de estética, de normas…). Y es rigurosamente cierto que un artista sin heterodoxia, sin ser consciente de que las reglas están para saltárselas es como un pulpo a feira sin pimentón. Sí lo es (y yo añadiría, por ampliar el símil gastronómico, como un arroz a la cubana sin plátano frito) Eso sí, para que su acción tenga contenido de utilidad, el transgresor debe conocer en profundidad aquello que pretende transgredir.
Sin embargo, ese deseo de transgresión, esa necesidad de romper con lo establecido tiene un límite. Y como bien dice Atanes, “ese límite lo impone el marco” y precisamente ahí está el meollo de la cuestión.
Pues claro que es así, porque es dentro del marco y no fuera de éste, donde se puede apreciar lo transgredido, lo novedoso y si es el caso, lo virtuoso y positivo de esa transgresión.
El marco al que hace referencia es un marco artístico, aunque conociendo a Carlos Atanes y su poca propensión a no dar puntada sin hilo, pienso: ¿de cuántos tipos de marcos más estará hablando? ¿Qué otras cuestiones esconde, sibilinamente, este prestidigitador del sentido?.
No sé, la duda me tiene todo el día ocupado en estas cábalas, pues Atanes es maestro de precisión cirujana a la hora de plasmar su pensamiento, pero tiene un doctorado en el arte de tapar la idea detrás del enunciado (cuando quiere, claro está y aquí quiere).
Por ello, no puedo estar más de acuerdo en las ideas que, magistralmente, ha expuesto en su blog, pero lo estoy tanto o más de las que asomaban la cabecita detrás de cada frase. Lo no dicho adquiere aquí un significado mayor que lo dicho. Suele pasar.
Yo también cité la semana pasada una frase de otro personaje célebre, Maximilien Robespierre, aunque no con intención de "taconearla impúdicamente" como mi amigo y compañero de blog hizo con una cita de Mamet, en su primer post en Teatro a Teatro, sino como refuerzo de la idea que trataba de exponer en mi post titulado "Mi revolución particular", de igual forma que él cita a Goethe para reafirmar su exposición.
Traigo mi anterior post a colación y en particular mi referencia a Robespierre (prometo no citarlo en ningún otro post más) porque de alguna forma aquel guarda cierta familiaridad lejana, primos segundos diría que son, con el nuevo post de Atanes y algunas de las ideas expuestas en el mismo. Pues bien, después de leer "El universo se expande", de vuelta a la biografía del famoso, aunque no muy conocido abogado y revolucionario francés (suele pasar con los famosos, son poco conocidos, tal vez porque si lo fueran dejarían de serlo, aunque no es este el caso) que estoy a punto de terminar, voy y encuentro una frase dicha por éste, que con mi manía obsesiva a buscar relación a todo lo que se escribe con ánimo de poner luz sobre la oscura tendencia a deformar lo útil, ya sea el lenguaje, el arte o las hechuras jurídicas, he analogizado (esta forma verbal no está recogida en ningún diccionario. Yo también me tomo mis licencias) con el post de Atanes respecto a la importancia del marco. La frase, que versa sobre "el respeto debido a la Ley y a las autoridades constituidas", dice así:
"Por equivocada que fuera una Ley hecha por la mayoría, ésta exigía obediencia. Mientras que la mayoría exigía el mantenimiento de la Ley, todo aquel individuo que la quebrantase es un rebelde. Con independencia de si es sabia o absurda, justa o injusta, su obligación es defenderla. Yo obedezco todas las leyes pero sólo (nótese que acentúo el "sólo". También me rebelo a la RAE) amo a las buenas. La sociedad tiene derecho a reclamarme lealtad pero no a que sacrifique la razón". ¡Toma ya!
Robespierre también hablaba aquí, aunque sin citarlo expresamente, del marco, como Atanes, y también resaltaba que ese marco, el que la mayoría escoge, de forma libre y ordenada, es el límite moral y legalmente permitido. Fuera de él la libertad se transforma en un acto anárquico, donde el respeto al que difiere se convierte en un juego de azar, en desorden y caos. Ese desorden al que inexorablemente avanza el universo, que se expande, con el resultado de llevar al olvido todo el esfuerzo realizado por mujeres y hombres por humanizar el orden natural y hacerlo habitable, es al que nos quieren llevar algunos antes de tiempo, tratando de romper lo establecido por todos, en uso de una libertad, de la que disfrutan precisamente gracias a aquello que pretenden romper, por no estar de acuerdo.
Lo cierto, es que nada malo hay en no estar de acuerdo (de hecho es necesario no estarlo para poder avanzar). Lo malo, como bien expone Atanes, es desconocer las reglas del juego y el marco en el que éste se desarrolla.
Por eso cuando veo el uso que se hace del lenguaje escrito, en especial en las redes sociales, últimamente también en carteles de bares, tiendas e incluso en notas informativas, pienso que hemos perdido la batalla los que tratamos de respetar las normas (con nuestros errores, por supuesto, muchos, por supuestísimo) con la sana intención de entender y ser entendidos.
¿Cuántas batallas más estaremos perdiendo o estarán ya perdidas en relación a los otros marcos de los que habla Atanes en su blog y de los que habla también sin citarlos?
Salud amigos
P.D: Querido Atanes, espero que no te moleste que haya desenmascarado tus atánicas maneras. Los que te conocemos sabemos lo hipnótica que puede ser tu filosofía. Te pido disculpas por adelantado.