Debo evitar las comidas pesadas

El “Informe de Brodeck” es el libro que acabé de leer ayer entre lágrimas.

Philippe Claudel, su autor, profundiza en lo más hondo del alma humana, a través de una maravillosa historia, narrada con maestría, tanto en la forma como en el fondo, en la que hace un retrato conmovedor e inquietante de la debilidad moral del ser humano. Aterradora me resultó, en diferentes partes del libro, la facilidad con la que los humanos pueden activar la palanca de la crueldad, si el miedo y la ignorancia se ponen a trabajar codo con codo.

El resultado de este “Informe de Brodeck” es una conmovedora historia sobre la supervivencia de un alma bondadosa dentro de un mundo, el de la posguerra, destruido por el odio y el miedo.

¿Por qué los hombres, cuando se agrupan, se vuelven máquinas de exterminio de otros hombres a los que consideran peligrosos? ¿por qué la corrupción política siempre se enquista en el orden cotidiano de la vida acompañando a la ignorancia y a la inacción de la sociedad civil? ¿por qué el miedo, cuando se infiltra en el tejido moral de nuestras sociedades, nos paraliza y aparece detrás de las grandes atrocidades cometidas por el hombre?.

Estas preguntas me asaltaron al leer este tremendo tratado filosófico que se esconde bajo la trama cargada de suspense que empieza cuando tras el asesinato del “Anderer”, el extranjero que llegó un buen día de no se sabe dónde, a un apartado pueblo que, como todos los pueblos, unos años antes sufrió los abominables estragos de la segunda guerra mundial, a Brodeck, el joven periodista residente en la localidad, superviviente de dicha contienda , el alcalde le encarga la redacción de un informe que relate lo ocurrido para limpiar las responsabilidades de todos los hombres del pueblo, responsables de la muerte del “Anderer”.

Esta maravilla de libro llegó a mis manos a través de mi agente, Esther Santos, quien me recomendó la lectura por tratarse de un texto contemporáneo imprescindible según su opinión y después de su lectura, sólo puedo agradecerle dicha recomendación.

Me encontraba hoy aún bajo el influjo que se suele padecer cuando se ha terminado un libro de este calibre, ese tipo de lectura que al terminar, de alguna forma te deja huérfano de emociones, cuando durante el almuerzo, mi amigo Antonio que está estos días de visita en Sevilla, me comentó entre risas que el libro de Belén Esteban se encuentra entre los tres más vendidos en nuestro país.

En primer lugar diré que no tengo nada en contra de esta señora y me parece estupendo que haya decidido escribir un libro sobre sus vivencias. (hasta Aznar lo ha hecho)

Es posible, eso sí, que producto de la influencia embriagadora del cava con el que estábamos regando la pasta que comíamos, haya expresado mi opinión de forma poco decorosa.

No temáis, los improperios los reservo exclusivamente para mis conversaciones íntimas (y generalmente apuntan hacia Rajoy, Mas y a sus respectivos esbirros).

Pero pasado el efecto del cava y una vez mi amigo había abandonado mi casa, me he sumido en una reflexión que no sé si me llevará a algo.

Pensaba que es imposible (y nada deseable) que el gobierno, cualquier gobierno, trate de controlar la programación de los canales privados, aunque sea con el loable objetivo de evitar que se emita esa cantidad de porquería que ofrecen a diario y a todas horas (por lo tanto nadie quedaría a salvo de la locuacidad de la llamada “princesa del pueblo” ni de su interesantísima autobiografía) pero en un arrebato de locura transitoria, de la que he sido objeto, pensé que si yo fuera el titular de Cultura (obsérvese que utilizo mayúsculas para esta palabra tan maltratada) de este país, y alguien de mi equipo me informara que la biografía de Belén Esteban ha vendido nada más y nada menos que cien mil ejemplares, automáticamente le haría ver al Presidente que sería necesario activar una emergencia nacional y después llamaría a los responsables de Cultura del resto de partidos para invitarles a sentarnos todos en una mesa. En esa mesa les invitaría a reflexionar sobre qué cosas hemos hecho mal en este país para que hayamos llegado al extremo de tener semejante biografía entre los tres libros más vendidos del año.

Acto seguido, y después de hablar en profundidad sobre la porquería, sobre las toneladas de inmundicia, sobre la diarrea que nosotros, los sucesivos responsables de Cultura y nuestros respectivos gobiernos, hemos vertido sobre la Educación de este país (pongamos “Educación” también en mayúsculas), les convencería para que nadie se levantase de la mesa sin antes poner los cimientos de lo que debería acabar en un gran pacto por la Educación, lejos de la palabrería propia de ideologías trasnochadas que nos han llevado a estar en lo más bajo de las clasificaciones respecto a nuestro nivel educativo.

Después llamaría a todos aquellos hombres y mujeres brillantes del mundo de la Educación y la Cultura, que os hay, (de los que los responsables políticos huyen como de la lepra) para informarles que por fin estábamos de acuerdo los políticos de este país en sentarnos con ellos y escucharles (sí, sí, escucharles) con el fin de que la excelencia llegue a nuestro sistema educativo.

Una vez los informes de estos señores llegaran a la comisión de Educación correspondiente (seguramente pasarían meses o tal vez años en llegar porque la cosa está que da asco) me volvería a sentar con los responsables de Educación y Cultura del resto de partidos, para elaborar un texto en el cual nos comprometiéramos a cerrar un gran pacto de Estado, sin importar cuánto tiempo tarde éste en dejar sentir sus beneficiosos efectos, para acabar de una vez con las vergonzantes modificaciones o implantaciones de modelos educativos con fecha de caducidad al finalizar el mandato del partido de turno.

Podría ser incluso que cuando este gran pacto diera sus frutos, ninguno de los que lo hubiéramos impulsado estuviéramos ya en activo, políticamente hablando y por lo tanto, no recogiéramos los réditos electorales de semejante hazaña.

Sin embargo, siempre nos quedaría el orgullo de haber contribuido a construir un país mucho mejor, donde, ¿por qué no? la biografía de Belén Esteban tuviera su lugar, pero que libros tan maravillosos como el “Informe de Brodeck”, por ejemplo, tuviera alguna opción de estar entre los más vendidos del año.

No veas si el cava hace trabajar a las neuronas…

Esto que he escrito es una alocada idea propia de una reflexión “postalmuerzopesado”, lo sé. En primer lugar porque yo no voy a ser el titular de ninguna cartera ministerial ni nada que se le parezca y en segundo lugar, porque son contados con los dedos de la mano aquellos señores en el Parlamento que les importa algo la Educación y no digamos ya la Cultura, especialmente a los que actualmente se sientan en los escaños azules, que lo consideran un objeto de consumo más (o en eso la quieren convertir, de manera que les garantice unos cuantos años más el escaño que sus culos calientan a la vez que denigran).

Casualmente leía no hace muchos días un excelentísimo artículo de Juan José Millás en el País titulado “Cultura en crisis: Ataque político a las formas de vida”. Nadie como él para ilustrar el daño que hace la falta de Cultura a la sociedad y que curiosamente entronca con el mensaje del fabuloso libro de Philippe Claudel “El informe de Brodeck”. Transcribo:

“Las sociedades en las que se pierde la sensibilidad cultural son más dóciles, más fáciles de manejar, son menos libres porque carecen de un discurso alternativo al dominante. Sin discurso, no hay manera de modificar la realidad. La realidad es producto del discurso. La realidad actual es producto del discurso dominante actual. De ahí su calamitoso estado. “

En fin, voy a ver si me tomo un paracetamol para quitarme el embotamiento que me ha producido la ingesta excesiva de cava (o tal vez no haya sido el cava y haya sido, más bien, la vergonzosa rueda de prensa del “Presi”, quién sabe). Eso sí, tengo claro que debo evitar las comidas pesadas y el exceso de vinos y cavas porque, si no, me vienen extrañas ideas a la cabeza.

Por lo demás, gracias Millás, por ese artículo, gracias Claudel, por “El informe de Brodeck” y gracias Esther, por tus siempre acertadas sugerencias literarias. “Max, no te pongas estupendo”, la nueva colección de teatro de Bartleby Editores, no puede estar en mejores manos que en las tuyas.

Feliz año nuevo.

Salud amigos.

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