Enrique Cornejo: «El teatro se ha convertido en una lonja»

ENTREVISTA

El empresario y productor teatral Enrique Cornejo pasa revista a su trayectoria y a medio siglo de teatro en España.

Enrique Cornejo (Valladolid, 1941) se mueve, maneras de caballero, paso de dandy, entre la nostalgia del pasado y la ambición por dominar el presente. Es un presente que no le convence, pero que le hace falta: sin él no puede seguir haciendo lo que ha hecho la mayor parte de su vida: teatro. Lleva más de medio siglo produciendo y caería otro medio si las fuerzas aguantasen. Ésa es la impresión que da al hablar, por la pasión imperturbable que se adivina detrás de cada palabra.

Enrique Cornejo dirige en Madrid el Teatro Muñoz Seca y el Teatro Reina Victoria; en Valladolid, el Teatro Zorrilla es el anhelo cumplido y una ilusión renovada todos los días. Como productor, como empresario y como hombre de teatro nos cuenta que empezó a producir en una carpa de boxeo, que echa de menos el valor que la palabra tenía en el ayer, que extraña a los grandes galanes y que el teatro estará ahí, porque es el pan intelectual de la sociedad. Un romántico que habla también de la crisis económica del teatro, del teatro alternativo, de los jóvenes y del valor y la pureza del texto y la interpretación: «Lo único que, afortunadamente, no puede cambiar».

Con él hacemos la segunda etapa de este recorrido por el pasado, el presente y el futuro del teatro; por los detalles y los secretos del oficio de la producción, que comenzamos con Jesús Cimarro. 

Su carrera

TaT-. ¿Cómo empezó Enrique Cornejo en el teatro?

Enrique Cornejo-. Mi primer teatro fue una carpa de boxeo. Yo fui boxeador durante un tiempo, pero pronto me di cuenta de que yo lo que quería hacer era teatro. Por eso, hice lo que pude para hacerme con la consesión de esa carpa, en la que yo estaba obligado a programar veladas. Pero en los meses en los que no había veladas, cogíamos la carpa y recorríamos España haciendo teatro de repertorio. Llevábamos seis o siete títulos del repertorio clásico español, fíjate…

TaT-. Y desde entonces ha pasado más de medio siglo. ¿Cómo se hace para aguantar tantos años de productor?

E.C.- Yo empecé muy joven en esto, muy joven. De todo eso de lo que le hablo hace más de cincuenta años y aquí sigo. ¿Cómo aguanto? Pues porque he hecho lo que he amado y sigo amando, que es el teatro.

TaT-. ¿En todos estos años, cuáles considera que han sido sus mayores éxitos? ¿Y su mayor fracaso o decepción?

E.C.– Los mayores éxitos, para no envanecerme, nunca los cuento. Y mis mayores fracasos los llevo grabados en mi mente y en la billetera. Porque lo cierto es que los fracasos termina uno durante mucho tiempo pagándoselos a los bancos. Por eso yo respeto tanto a los productores: cuando una compañía fracasa, a los pocos días nadie habla de ella, pero el productor sigue pagando durante un año o dos todas las deudas contraídas.

Pero es que el teatro, y lo digo a favor de mis compañeros que están y los que estén por venir, es una grata heroicidad. Hoy más que nunca indispensable en una sociedad tan turbulenta, tan inquieta y tan escasa de escala de valores.


Enrique Cornejo, en el Teatro Zorrilla de Valladolid

El oficio de productor

TaT-. ¿Cómo se aprende a producir teatro? ¿O el productor de teatro nace, y no se hace?

E.C.- Para toda profesión, se requiere una predisposición innata que casi siempre se desconoce. Un niño pequeño quizás no se imagine que vaya a llegar a químico, pero ya apunta inquietudes o un interés o algo que le conduce a serlo. Yo siempre, siempre, siempre he tenido mi inquietud por el teatro.

Mi padre era médico y tratadista teatral. Era un hombre que estudiaba mucho el teatro, y me llevaba al teatro desde que tenía seis años. Y me inculcó el amor por la cultura en general y por el teatro en especial. Y es algo que sin querer yo he transmitido a mi hijo.

TaT.- ¿Qué habilidades o aptitudes tiene que tener o adquirir un buen productor de teatro?

E.C.- Pues se habla de olfato, de capacidad de selección… Todo eso está bien. Pero sobre todo el productor tiene que tener un concepto de lo que es ser empresario: de la organización, de la seriedad, de la honradez, de la lealtad a lo que haces. Porque a mí me resulta muy curioso esto de la producción, ahora se nos llama ‘productores’. Pero bueno, vamos a ver, toda la vida hemos sido empresarios. Empresarios de teatro, de local y de compañía. Y somos lo mismo aunque ahora se nos llame de otra manera.

Después de eso, de tener el concepto de lo que es ser empresario, está arriesgarse y aplicar los conocimientos que cada uno tenga. Unos tienen más y otros tienen menos.

TaT-. Se suele decir que el productor de teatro tiene que combinar su conocimiento del dinero con una línea artística personal. ¿Cómo definiría usted su línea artística?

E.C.- Sí, sí, totalmente cierto. El productor tiene que tener algo que lo defina. A mí me gusta la alta comedia, siempre me ha gustado. Personalmente siempre he cuidado la estética y me he sentido muy atraído por esa alta comedia. La que hacían los grandes: Arturo Fernández, Alberto Closas, Carlos Larrañaga, aquellos galanes… Y luego el humor también lo he cultivado… He hecho teatro de costumbres, he hecho Arniches, he hecho Muñoz Seca… La verdad es que he cultivado prácticamente todos los géneros.

El momento actual del teatro

TaT-. ¿Cómo ha cambiado la producción teatral, y por lo tanto el teatro que se hace, en los últimos años?

E.C.- Han cambiado muchas cosas. Primero, la comercialización. Antes teníamos unas giras establecidas, en función al número de funciones que nos repartíamos, con primeras figuras, y ahora hay tantos programadores en tantos teatros, en tan diversas comunidades, sin unos criterios determinados, ni temáticos ni de estructuras que, pues no sé, el que más simpatía tiene y el que mejor producto lleva, pues… ése se contrata. Se ha convertido un poco en una lonja: «Yo le ofrezco a usted algo mejor».

Las redes sociales también han transformado por completo la comercialización del teatro. A eso hay que sumar que la gente ahora compra más por precio que por título, aunque hubo una época en la que lo que trataba de venderse eran el título y el nombre del director… A todo eso se añade que las cabeceras han ido desapareciendo.

¿Sabe qué pasa? Que en los últimos años han tratado de convencernos de que el teatro es una industria, pero para mí el teatro sigue siendo artesanía. Y la industria y la artesanía no son cosas iguales. El mundo ha cambiado, cambian los sistemas de venta, las redes, las promociones. Hoy todo el mundo va al teatro por catorce euros, y el teatro es otra cosa.


Teatro Reina Victoria, en Madrid

TaT.- ¿En qué momento económico está el teatro en España?

E.C.- Mal, muy mal. El asunto del IVA ha sido una auténtica barbaridad. Pero no sólo eso, es que el teatro ha venido descansando en una serie de ayudas que no eran básicas y reales. Es decir, las ayudas bienvenidas sean, pero las obligaciones que acarrean esas ayudas imposibitan muchas veces el mejor desarrollo de la producción.

TaT.- ¿Piensa usted, entonces, que el sector tiene tareas pendientes además de la batalla contra el IVA?

E.C.- Sí, es lo que le digo. No se puede estar vendiendo teatro a 12 euros. Porque a 12 euros le quita usted el 41% de impuestos indirectos y directos y no le salen los números a nadie. Eso no significa que no me cite usted títulos puntuales, que permanecen dos años en cartel, pero son casos puntuales.

El teatro tiene que estar primero de todo apoyado por el público y nosotros tenemos que dar con lo que el público quiere.

TaT-. A su juicio, ¿cuál debe ser el papel de los poderes públicos en el teatro?

E.C.- Hasta el momento, ha sido el de una injerencia que no corresponde, cuando lo que deberían hacer es apoyar el desarrollo de una actividad cultural de primera magnitud. Las instituciones, primero, tienen que hacer que los niños sepan lo que es el teatro. Y después, tienen que colaborar indirectamente con los que nos dedicamos empresarialmente a ello: la reducción del IVA, bonificaciones en la Seguridad Social, ese tipo de cosas. De esa manera, los productores sabremos que tenemos una ayuda, una «protección», dicho entre comillas, oficial. Pero el teatro tiene que tener una atención especial, no sirve lo de ‘aquí tiene usted una subvención y arréglese’.


Teatro Muñoz Seca de Madrid

TaT-. Me gustaría hablar ahora del momento artístico del teatro. ¿Qué le parece el teatro que se hace hoy en España?

E.C.- Creo que el teatro estará siempre ahí, siempre ha estado ahí, por muy mal que lo hagamos. Es tan importante que irá incorporándose a las nuevas formas de la sociedad, porque es la sociedad la que marca el teatro que quiere.

Y luego hay algo que, afortunadamente no puede cambiar y es el poder la interpretación. Cambian las formas, cambian las técnicas. Hay unos diseños de iluminación fabulosos, hay unas escenografías extraordinarias, toda la tecnología ha cambiado mucho desde aquellos tiempos en los que llevábamos telones pintados, imagínese. Ahora bien, lo que nunca puede variar es lo fundamental: los actores trasladan la emoción, la ternura o la risa a los espectadores. Eso no puede cambiar nunca.

Y ahí está el arte de interpretar. Es verdad que el director tiene que hacer sus cosas y el autor tiene que tener el acierto para conectar con el público a través de su mensaje. Pero, al final, un señor o una señora tiene que ser capaz de convencernos y de transmitirnos lo que el autor ha querido que ocurra, ¿no? Si usted sale de una función diciendo «Qué bonito el sofá que sacan», ‘Qué bonito el vestido de ella’… no. La obra funciona cuando te preguntan por esas cosas y dices: «Estaba enganchado en lo que decía y no me fijé». Lo que vale es la palabra y cómo se diga.

TaT-. Hay mucha gente que afirma que este pésimo momento económico coincide con un gran momento creativo, en cuanto a dramaturgos, actores, actrices… ¿Está de acuerdo?

E.C.- Sí, lo estoy. Y añadiría: un gran momento también en cuanto a productores. Hay muy buenos productores ahora mismo. Pertenezco a varias asociaciones, y en todas ellas hay gente joven y gente muy joven que se ha incorporado a las nuevas formas y está haciendo las cosas bien.

TaT-. Otra cosa de la que se habla mucho, sobre todo en Madrid y Barcelona, es del auge de las salas alternativas o del circuito off. ¿Cómo contempla usted este fenómeno?

E.C.- Yo veo mucho teatro alternativo y tengo una admiración tremenda. Hay ahí muchos productores, muchísimos, de una gran valía. No cuentan con nombres sonoros y se mueven en circuitos pequeños, pero tanto los textos como los actores son muy buenos. Hacen un trabajo increíble, porque levantan el teatro mientras luchan contra muchos elementos hostiles y se dirigen directamente a un público. Y es un público que existe y que crece, un público que confía en lo que hacen igual que hay otro que confía en lo que hacemos otros profesionales ya más reconocidos.


Enrique y su hijo Alain Cornejo, en el Teatro Zorrilla

El futuro

TaT-. Ya hemos hablado del pasado y del presente. Vamos a hablar ahora del futuro: ¿Qué le hace seguir al pie del cañón?

E.C.- Mire, yo no oculto que soy un hombre marcado por un tiempo. Yo soy de una época en la que un apretón de manos era un contrato y la familia teatral era incapaz de hacerle una operación de compromiso de uno a otro, porque todos nos volvíamos a encontrar.

Si usted me pregunta qué tiempo me gustaba más, si aquel o éste, le digo que aquél, el anterior, porque imperaba la palabra, la gente de honor, porque había un plantel de figuras que llenaban las salas durante años. Pero yo caeré con las botas puestas: hay muchas cosas con las que no estoy de acuerdo de las que envuelven al teatro de hoy. Pero, insisto, no tengo más remedio que incorporarlas a mi quehacer diario porque si no, no podría ejercer mi profesión, que para mí es la más bonita del mundo.

TaT-. El futuro, en cualquier caso, también está en su hijo…

E.C.- Así es… Como le decía antes, el tiempo actual no es el mío aunque yo me adapte a él. Es el tiempo de mi hijo. Yo no le pedí a mi hijo que continuase mi trayectoria. Él es un hombre joven y tiene su forma de hacer las cosas, en la que yo no me meto. Pero él tampoco se mete en la manera en que las hago yo.

TaT-. ¿Contempla unas vacaciones o un relevo próximamente?

E.C.- Lo digo muy claro para quien espere una jubilación: no la va a haber. En 56 años, jamás me he ido de vacaciones, porque mi descanso es el teatro.

TaT.- Con tantos años a sus espaldas, ¿qué objetivos tiene para lo que está por venir?

E.C.- Yo me dedico a las causas perdidas, jajaja. Y ahora estoy inmerso y muy ilusionado con la poesía, que es una causa perdida. Creé el Premio José Zorrilla, patrocinado por mí, para reconocer a un mundo que tampoco ha variado, como le decía antes de la interpretación. Hay tantos buenos poetas, tantos buenos poetas… Hay poesía de todo tipo, pero al final lo que cuenta es la capacidad de emocionar.

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