Juan Carlos Rubio: «Maquiavelo nos da una lección para vigilar a los gobernantes»

ENTREVISTA: En los Teatros del Canal, el 16 de octubre

Juan Carlos Rubio dirige a Fernando Cayo en "El Príncipe de Maquiavelo", una versión teatral de textos del autor florentino. Hablamos con él.

Juan Carlos Rubio es uno de los hombres más activos de nuestro teatro. Dramaturgo y director de escena, es raro que su tiempo no se divida entre dos o más proyectos. Ahora, por ejemplo, dirige "Iba en serio", el show de Jorge Javier Vázquez, comenzará pronto a ensayar "Páncreas" y estrena "El Príncipe de Maquiavelo" en los Teatros del Canal de Madrid el 16 de octubre. Sobre este proyecto charlamos con él en una entrevista sobre teatro, sobre política, sobre interpretación y sobre nuestro tiempo.

Teatro a Teatro-. ¿Cómo se te ocurrió la idea de llevar al teatro la obra de Maquiavelo?

Juan Carlos Rubio-. Llevaba muchos años con la idea en la cabeza. Lo que pasa es que necesitaba encontrar un cómplice para la aventura y el detonante fue Fernando Cayo. Ya que era una propuesta no teatral a priori, pues se trataba de un libro sobre el poder, necesitaba a un intérprete descomunal. Cuando Fernando se animó a que lo hiciésemos juntos fue cuando empezamos a construir el espectáculo.

La razón de fondo es que me interesaba hablar del poder. Estaba dándole vueltas a varias historias, a varios argumentos originales sobre el poder, lo político. Pero leyendo "El Príncipe" me volví a dar cuenta de todo estaba ahí. Todo lo que yo quería contar ya lo había contado Maquiavelo, y mucho mejor, hacía quinientos años.

El asunto fue transformar ese material en un monólogo y encontrar una clave teatral para que funcionase.

TaT-. Por eso precisamente quería preguntarte. ¿De qué manera has trabajado el texto? ¿Cuál es esa clave teatral para llevar a escena lo que en realidad es un tratado de filosofía política?

J.C. Rubio-. Lo primero que hice fue leerme "El Príncipe" en profundidad y eliminar muchos pasajes que Maquiavelo dedica a dar ejemplos históricos. Me quedé con los más relevantes, al menos desde un punto de vista contemporáneo y también quité pasajes que él dedica a asuntos quizá menos importantes. Pero los paralelismos con la política actual eran evidentes, y fui quedándome con eso. Lo que hice después fue un trabajo de limpieza del lenguaje: él da a veces muchas vueltas para hablar de algo y yo, sin perder su esencia, traté de hacerlo más efectivo.

Una vez que tenía eso, empecé a leer con Fernando para ver cómo funcionaba en boca de un actor como él. Luego comencé a incorporar textos de otras obras. El espectáculo en realidad se llama "El Príncipe de Maquiavelo", porque es un paso de su obra al hombre, y me interesaba incluir otros textos suyos, como "Del arte de la guerra" o "Discursos sobre la primera década de Tito Livio" o "La Mandrágora". Fui rescatando pinceladas siempre al hilo de lo que yo iba haciendo con Fernando Cayo.

Por último, la clave dramática me la dio su correspondencia personal. Hay una carta, que él escribe a un amigo, en 1513, en la que le plantea su situación, su destierro, su angustia, su soledad. Y en esa carta había una clave teatral de cómo se encontraba él y cómo vivía el ese destierro. Ahí fue donde encontré el concepto para la función. Y eso es realmente lo que sucede: el público comienza a ver un personaje hablando del poder pero poco a poco vamos descubriendo que las cosas no son como parecen y debajo de ese personaje poderoso hay un ser humano con un terrible problema.

TaT.- Fernando Cayo interpreta a Maquiavelo, a ese hombre que habla del poder como un gran conocedor pero que también sufre sus consecuencias muy directamente… ¿Qué perfiles le diste tú al personaje y qué le aportó él como actor?

J.C. Rubio-. Ha sido una simbiosis total. Fernando Cayo ha aportado tantas cosas… Es un actor superdotado. Él ha hecho Commedia dell’Arte y en la función tenemos un momento así, maneja muy bien la ironía y claro, Maquiavelo es un personaje inteligente que también la utiliza mucho en algunas líneas… También, Fernando transita maravillosamente por el drama, y al final del monólogo también hay un momento muy dramático. No sé, es como un regalo. Fernando Cayo es un pura sangre de la interpretación al que le puedes proponer cualquier cosa, y él te propondrá cualquier solución que mejore infinitamente lo que tú podías haber imaginado.

Los dos teníamos muy claro el destino. Nos parecía importante, en estos momentos tan convulsos políticamente, llevar a las tablas este ejercicio maravilloso ejercicio de análisis sobre la condición humana. En el fondo, Maquiavelo de lo que habla en el fondo es del ser humano. No es un texto que se posicione ideológicamente con nada; él está hablando de cómo conseguir el poder, de cómo mantenerlo, de cómo deben comportarse los príncipes… Pensábamos que era importante, ante las elecciones que tenemos en diciembre, pasear por España esta lección que nos da Maquiavelo para que estemos atentos a los gobernantes.

TaT.- Ya hemos hablado del trabajo con el texto y del trabajo de Fernando Cayo. Quería hablar ahora un poco de la puesta en escena. ¿Cuáles son las características que tú has buscado?

J.C. Rubio-. Primero, me he rodeado de un equipo maravilloso. Eduardo Moreno y su escenografía, José Manuel Guerra… Ha habido un trabajo de equipo muy importante, porque hicimos lecturas con todos ellos y fuimos aportando ideas para al final situar la historia en un lugar determinado. Y digo "lugar" porque el espacio muta a lo largo de la función: el espectador lo percibe al principio de una manera y luego se va dando cuenta de que no es así en realidad. Manejamos el mundo de las apariencias en esta historia: lo que los demás ven y lo que realmente es. Maquiavelo dice, en "El Príncipe", y varias veces además, que lo importante es que el príncipe aparente ser de una manera aunque luego realmente no lo sea. Nosotros en este montaje manejamos también ese mundo de apariencias que se van desdibujando y rompiendo frente al espectador.

Como es una historia escrita hace quinientos años, pero que realmente sigue siendo tan vigente y seguramente dentro de otros quinientos años, si seguimos aquí, se seguirá utilizando… hemos elegido la década de los sesenta. Nos parecía una estética atractiva, poderosa. Había algo ahí que nos gustaba de este lugar ocupado por un político de esa época.

TaT.- Háblame un poco más de eso: la vigencia de "El Príncipe". ¿Por qué puede resultarnos interesante leerlo, o en este caso verlo?

J.C. Rubio.- "El Príncipe" es un clásico y el valor gigantesco de los clásicos es que abordan temas que nunca pasan de moda. Shakespeare está ahí porque habla de temas descomunales sobre la condición humana. Y en este caso, Maquiavelo, como analista de su época y de la situación que le rodea, es capaz de plantarnos ante un espejo para que veamos realmente cómo somos los seres humanos y cómo somos cuando tenemos el poder cerca. Y eso funciona siempre porque, como dice el monólogo, los seres humanos nos hemos manejado siempre por los mismos principios. Y es verdad. La ambición está ahí, la corrupción por supuesto también, habla de mantener las promesas que has hecho a tu pueblo, de la importancia en la elección de tus ministros, porque depende de quien te rodea y tu obligación de asumir los errores de tus ministros… Una serie de cosas que estamos viendo cada día en el telediario cómo los políticos se escaquean.

TaT.- ¿A nuestros gobernantes les hace falta más Maquiavelo o menos Maquiavelo?

J.C. Rubio.- Nos hace falta más Maquiavelo a todos. Se le ha dado una acepción al término "maquiavélico" como negativa, pérfida, malvada y realmente no es eso. El ser humano, bajo determinadas circunstancias, es malvado. Pero es que eso lo sabemos y es lo que Maquiavelo analiza con respecto al poder. Solo hay que mirar a la historia para darse cuenta de la maldad de la que es capaz el ser humano bajo determinadas circunstancias.

Maquiavelo no es un malvado y tampoco es un ángel. Es un señor que está trabajando para el poder, para Florencia, y como tal ejerce labores de embajador, diplomático, analista. Intenta hacer bien su trabajo y sobre todo es un hombre apasionado con lo que hace. Yo creo que la pasión es un motor fundamental y él es un ejemplo de gran profesional, de alguien que ama lo que hace y que entrega su vida a ello. Por eso para él es tan terrible cuando le destierran, cuando le apartan del poder. Que es precisamente cuando escribe "El Príncipe".

TaT-. Este montaje, tal y como nos estás contando, está lleno de reflexión, de política… ¿Echas en falta este tipo de reflexión en el teatro que se hace y que se programa hoy?

J.C. Rubio-. Bueno, yo es que hago cosas tan dispares… Acabo de estrenar el espectáculo de Jorge Javier Vázquez y un espectáculo de entretenimiento, un show vital y al mismo tiempo estoy con "El Príncipe de Maquiavelo". Yo creo que el teatro es plural, el público es plural. A mí me interesa mucho la pluralidad porque como artista no me interesa repetir lo mismo una y otra vez.

Esto, claro, es lo que me atrajo de "El Príncipe". Y en la gira del espectáculo hemos encontrado un público deseoso de ver el espectáculo y además un público que venía muy preparado a la función. Porque es un texto que tiene una altura determinada y al hacer coloquios el público nos ha dejado con la boca abierta. Porque hay mucho interés y mucho nivel de conocimiento sobre lo que estamos hablando, sobre la política y la condición humana.

Pero a mí como creador, ya te digo, lo que me interesa es la pluralidad. Por eso voy saltando como una cabra, jajajaja, entre cosas tan dispares. Eso es lo que me enriquece.

TaT.- ¿Qué diría Maquiavelo del 21% de IVA?

J.C. Rubio-. Pues habla de ello, ¿eh? En el espectáculo, habla de ello. No habla directamente del IVA, claro, pero sí dice que los gobernantes no pueden cargar a los ciudadanos con tributos que no les permitan desarrollar su actividad. Son palabras textuales de Maquiavelo. Desarrollar una actividad artística como el teatro con un gravámen tan descomunal es un horror. Maquiavelo estaría horrorizado viendo el destrozo que se está haciendo a una industria tan importante para un país. Él estaría seguramente por los Ministerios, intentando luchar y convencer con argumentos sólidos de que se ha cometido un enorme error y una enorme injusticia.

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