Hace exactamente trece años, llegó “La Bella y la Bestia” a Madrid. Aquel montaje supuso un éxito sin precedentes en el teatro de nuestro país. De algún modo, a la vez, fue el inicio de una nueva era en nuestro teatro pues una gran empresa se establecía en España con la intención de traer los grandes títulos del West End londinense y de Broadway a nuestra cartelera. Ya no sería estrictamente necesario subirse a un avión si se era un entusiasta aficionado del Teatro Musical.
Había un interrogante aún por resolver que pronto quedaría esclarecido: La calidad de los intérpretes españoles dentro de una producción importada de otro país, pues lejos quedaba ya la anterior experiencia en este sentido, única hasta el momento, como fue la primera versión de “Los Miserables”.
Aquella producción de “La Bella y la Bestia” que se iba a estrenar en Madrid contaba con un auténtico reparto de lujo producto de un minucioso proceso de casting. Todos los que trabajábamos en el género musical ansiábamos obtener un papel en esa producción.
Así, un servidor se presentó a aquellas audiciones y en una primera fase me seleccionaron para volver a una segunda audición para el papel de Gastón y después a una tercera y definitiva donde me las tuve que ver con otros dos aspirantes, uno de los cuales era un buen y querido amigo que hoy en día triunfa en México tanto en el Teatro como en la Televisión: Lisardo Guarinos.
Él se llevó el papel que después defendió de manera magistral y yo quedé un poco desilusionado por haber perdido una oportunidad inmejorable de participar en un gran musical (acababa de terminar la producción de "Grease" de Luis Ramírez y andaba sin trabajo a la vista) aunque la desilusión se tornó en júbilo al obtener semanas más tarde mi soñado papel en “Rent”.
Desde entonces siempre tuve la sensación de que tenía algo pendiente con “La Bella y la Bestia”.
Unos años más tarde una nueva versión de “La Bella y la Bestia” llegaba a España pero esta vez, mi participación en la recién estrenada producción de“Jesucristo Superstar” no dio lugar a que audicionara para este maravilloso espectáculo.
Sin embargo, al ir a ver una función de este segundo montaje del cuento de Disney, tan acertada como la primera versión, con mi hija que en aquel entonces tenía tres años, me di cuenta de cuánto me hubiera gustado estar en ese show. Desde luego no imaginé que la vida me fuera a dar una última oportunidad.
Pero llegó. Y llegó en el momento más extraordinario pues cuando uno está en “Los Miserables” interpretando a un personaje como “Javert”, tiene la sensación de que todo lo que venga después no tendrá la misma intensidad y fuerza que el mítico personaje que tuve la suerte de interpretar. Me equivocaba.
Las audiciones para la tercera versión de “La Bella y la Bestia” me ayudaron a aceptar que el fin de “Los Miserables” era un hecho y me dieron una tercera oportunidad para estar en un montaje con el que había tenido una extraña relación secreta que empezó trece años atrás.
La vida da muchas vueltas, algunas de ellas extrañas y caprichosas. Quería interpretar a la “Bestia” y la providencia me dio la oportunidad de hacerlo.
Cuando me llamaron por teléfono para decirme que el papel era mío, al colgar quedé en silencio unos minutos, pensando en lo agradecido que debía de estarle a la vida. Quise el papel y ahí estaba. También pensé en la responsabilidad que implica representar este papel, tan bien encarnado primero por Carlos Marín y después por David Ordinas y el reto que ello suponía.
Y de repente pensé en los ojitos de mi hija Martina el día que la llevé al Teatro Coliseum a ver “La Bella y la Bestia”, en cómo, por aquel entonces, su escasa comprensión del mundo, propia de su corta edad, asimilaba la guerra entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, lo que parece algo o alguien a simple vista y lo que es en realidad y sobre todo me vino a la memoria cómo aplaudía al terminar la función, tan pequeña, sobre mis rodillas y me decía que quería más, más, más Teatro.
Pienso que un actor de musical debe, si tiene la ocasión, de hacer un Disney. A mí me ha llegado ahora. Espero que mi hija, esta vez con su hermanito Teo sobre sus rodillas, me mire con los mismos ojitos con los que aquella tarde vio a la formidable “Bestia” de David Ordinas y piense que su papá en el escenario es una “Bestia” tan horrenda en su aspecto como humana es su alma. Ese sería el mejor de los premios.
Salud, amigos.