Mi estancia con "La Bella y la Bestia" en Valencia y Zaragoza fue aprovechada para presentar mi obra de teatro “El plan” a los medios de comunicación de ambas ciudades.
Primero en Valencia, en la librería Leo y después en Zaragoza, en la librería Cálamo fue grata, para mí, la sorpresa al ver que aún hay quien siente curiosidad por asistir a la puesta de largo de un texto escrito y conocer por boca del autor, los motivos que llevaron a éste a escribir el texto en cuestión.
De la misma manera, que en Madrid en la librería La buena vida, pude contar con la compañía de Pepo Paz, editor de Bartleby, editorial que publica “El plan” y con el periodista Julio Bravo para que condujeran la presentación, en Valencia tuve el honor y la suerte de que ésta estuviera capitaneada por Santiago Sánchez y Ramón Palomar, gracias a la mediación del empresario Teatral y amigo Enrique Fayos, así como en Zaragoza conté con el brillante periodista Fernando Rivarés y mi compañero Enrique del Portal.
Todos ellos llenaron los respectivos actos de presentación de mi libro de elocuentes puntos de vista sobre lo que yo he escrito, lo cual, a día de hoy, aún me sorprende y me maravilla pues, como siempre he insistido, “El plan” fue escrito como entretenimiento más que como un texto que tuviera la vocación de ser vendido en las librerías.
Sin embargo, la fantástica experiencia que ha supuesto para mí el hecho de que mi libro sea presentado en librerías tan maravillosas, ha servido para constatar una realidad que no desconocía, puesto que los medios de comunicación ya se habían hecho eco de ésta: ser librero es una profesión de valientes y de gente idealista, ya que el negocio del libro empieza a ser ruinoso.
Podríamos decir que la piratería tiene parte de culpa en el desmorone económico que sufren las librerías, que hoy en día es sencillísimo descargar ilegalmente un libro en la red… pero la realidad, la crudísima y triste realidad es que según diferentes encuestas, un porcentaje importante de españoles lee un par de libros al año como mucho y una gran mayoría que ronda el cincuenta por ciento asegura no leer nunca. Son pocos, pues, los que leen con asiduidad.
¿En qué momento, un país como el nuestro, con la brutal nómina de escritores, dramaturgos, gentes de letras en general que atesora, dejó de tener interés por la lectura?
¿En qué momento dio la espalda a su enorme tradición literaria?
Yo no soy experto ni entendido en la materia (ni en esta, ni en ninguna otra) no sabría decir si nuestro sistema educativo está detrás de unos resultados tan lamentables (me inclino a pensar que sí y la cosa por lo que se ve no tiene visos de cambio a corto plazo) pero la realidad es aterradora.
Lo que sí puedo decir es que yo trataré de llevar el cambio a mi entorno más cercano, que no es otro que el de la familia, transmitiendo, en la medida de mis posibilidades, a mis hijos el valor que tiene la lectura, lo que puede llegar a modificar nuestro estado de ánimo, nuestro pensamiento, nuestra opinión de lo que nos rodea. A la vez animo a aquellos que como yo amamos la palabra escrita a hacer lo mismo en su entorno. Tal vez así llevemos a cabo una autentica revolución, silenciosa, sin gritos, sin pancartas, pero de un valor incalculable y de un interés general innegable.
Precisamente en la librería Leo de Valencia, compré el día de la presentación de “El plan” una fabulosa biografía de Peter McPhee sobre Robespierre. En ella desgrana la vida y el pensamiento de este abogado francés que cambió el rumbo de la historia, desmontando la idea preconcebida que nos ha llegado de él, de que se trató de un personaje fanático y sanguinario. Por el contrario se pone de relieve su esfuerzo por lograr, mediante la igualdad entre ciudadanos, independientemente de su origen y procedencia, un compromiso con la libertad de expresión, de respeto de la pluralidad y asunción de responsabilidades, con la libertad individual de expresión y de pensamiento así como con el respeto de la pluralidad. Esto a su vez conllevaba la asunción de responsabilidades por parte de aquellos que se beneficiaban de su condición de ciudadanos, conceptos todos propios de un sistema político democrático. Pero es su obstinada determinación por conseguir una educación igualitaria, independientemente del origen y condición del sujeto lo que convierte su pensamiento en algo avanzado y novedoso para su época.
De este último pensamiento resaltaría la siguiente afirmación:
“El secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes”.
Tengo la sensación de que a algunos les interesa mantenernos ignorantes para que cerremos los ojos ante lo que hacen.
Qué lástima no haber tenido nuestro propio Robespierre.
Así nos va.
Salud amigos.