La del hombre que busca venganza cuando la Justicia le ha fallado es una historia contada mil veces. Por eso una de las mayores virtudes de “Negocio con(sentido)”, el suspense escrito por Leila Baida que se estrenó ayer en Microteatro por Dinero, es no caer nunca en la obviedad. ¿Para qué mostrar la venganza si la hemos visto mil veces? se preguntaría dramaturgo lúcido. Mejor, mucho mejor, enseñar la gestación de esa venganza. Así se hace, en un texto sólido, de vertiente metafórico-mágica, que no descarrila nunca en la inverosimilitud.
Ayuda en todo una elegante y preciosa puesta en escena, que juega con la oscuridad más que con la luz, desterrada a unos cuantos objetos autoiluminados. Es una puesta en escena que me convence aún más de que todo escenógrafo debería trabajar al menos una vez en una de esas pequeñas salitas; alguno descubriría posibilidades que todavía le son insospechadas. Tanto la escena como la dirección, consciente del ritmo, son obra de Amalia Echevarría.
José Navar y Rafael Rojas son quienes interpretan a los dos personajes del montaje, y el suyo es también un notable trabajo. Rojas acierta mucho con el rictus desesperado y el tono de emergencia de su personaje, el que busca la venganza. Pero ese personaje es menos interesante que el otro, el del mercader de intangibles. Es una construcción tan atractiva porque desmiente con sus diálogos un cierto tonillo anticapitalista (ay, qué término) que la obra no precisa para ser buena. Navar lo dota de un aura de sabiduría vivida y displicente, de una histeria ligera y exhibicionista; lo completa en su agudeza y lo hace grande.