Cierran Ritmo y Compás, una sala de conciertos, locales de ensayo y clases de música, emblemática en Madrid. La crisis se los come.
Por allí han pasado todos los músicos que podáis imaginar, durante muchos años. Gente que ensayó con su banda a los veinte y, con treinta y pico, llevó allí a aprender música a sus hijos, hasta que éstos se hicieron mayores y allí alquilaron su propio local de ensayo.
Tengo muy gratos recuerdos de Ritmo y Compás, como espectador y como músico. Desaparece.
También me he enterado de que el ayuntamiento de Madrid ha retirado las ayudas a las escuelas de música, con lo cual han tenido que incrementar el precio de 50 euros mensuales a 150. Consecuencia: se están quedando vacías y las más de ellas tendrán que cerrar.
Han entendido bien la crisis estos políticos: recortar en lo superfluo, lo que no vale para nada, nimiedades como la salud, la educación o la cultura. Especialmente la cultura. En un país donde han de emigrar ingenieros y médicos, ¿para qué queremos músicos, actores, acróbatas y demás filibusteros de taberna?
Si no saben qué hacer con los jubilados, ¿dónde van a meter a tanto joven con aspiraciones artísticas? Lástima que no tengan una guerra entre manos para mandarlos a todos y que vuelva sólo uno de cada diez. De paso metían ahí a los cinco millones largos de parados y bajaban la cuota a quinientos mil.
Ellos preocupados en tener el mundo como un jardín por el que poder pasearse y venga la gente molesta a protestar y pisarles los parterres.
¿Músicos? Por Dios, ¿quién quiere músicos? Al seminario deberían meterse estos jóvenes, que allí no les faltaría de nada, piensa el/la mandatario/a de turno mientras acaba de perfilarse los labios o peinarse las cejas. Esta noche se han puesto muy elegantes porque tienen que ir a la ópera, a demostrar su apoyo a la cultura.