Que hable el balón

Ignasi Vidal

El fútbol ha significado mucho para mí. Gracias a mi abuelo Juan aprendí a amar este deporte y también gracias a él aprendí a vivirlo de una forma apasionada pero con respeto hacia el rival. Con él empecé a ir al campo del Barcelona, el Nou Camp, y a él le debo mi devoción por los colores “blaugrana”. Más tarde lo practiqué con total dedicación hasta que la llamada de la música me apartó de la que había sido mi primera pasión.

Practicar este deporte me aportó valores tales como el compañerismo, el sacrificio, el respeto y la humildad. No quiero decir que yo sea un legado de virtud, ni mucho menos, sino que a través del fútbol entendí que en la vida sin estos valores es difícil avanzar.

El pasado martes el F.C. Barcelona, equipo del que, vaya por delante soy socio, ganó por tres goles a uno al A.C. Milán en un partido jugado en el Camp Nou asegurando su pase a las semifinales de la Champions League, después de haber empatado sin goles en la ida.
La superioridad del Barcelona sobre su rival no sólo quedó patente en el marcador global de la eliminatoria sino que se tradujo claramente en las estadísticas de los dos encuentros. Sirva como dato los veintiún disparos a puerta de los barcelonistas ante los escasos tres de los milanistas.

Sin embargo lo que centró la atención de una parte de los aficionados y la prensa deportiva fueron las dos penas máximas sancionadas a favor del cuadro catalán y en especial la segunda. La señalización de ambos penaltis por parte del árbitro, claros, sin discusión, encendieron los ánimos de un sector de la prensa deportiva que sin ningún tipo de pudor y sobre todo sin ninguna prueba, afirma que desde que Pep Guardiola es entrenador del Barcelona, los estamentos arbitrales y federativos, ya sean de nuestro país o fuera de él, agasajan con favores al equipo barcelonés.

Nadie ha sido capaz de explicar por qué, ni cómo, ni en función de qué información o pruebas se ha llevado a cabo tal operación opaca por la que, y siempre según esta teoría conspirativa, el ciclo ganador del F.C. Barcelona se debe casi exclusivamente a los comentados favores arbitrales y/o federativos.

Sabida es la propensión en nuestro país a buscar tramas conspirativas de poco fundamento. Por ello, nada debería extrañar que cuando la superioridad del Barcelona frente a sus rivales, en los últimos cinco años, se ha hecho más que evidente, aparezcan voces, supuestamente autorizadas, denunciando una conspiración de corte “Judeo-masónica-comunista”.

La historia nos enseña que no es necesario aportar pruebas para denunciar, basta con lanzar el infundio. La táctica del “calumnia que algo queda” es suficiente para convencer a una amplia parroquia de aficionados de que estas ayudas existen. De tanto denunciar y bramar se acaba creando una corriente de opinión favorable al calumniador. Eso sí, sin una sola prueba. Recordemos el famoso escándalo del supuesto dopaje de los jugadores barcelonistas que acabó con una multa contra la Cadena Cope y su periodista José Antonio Abellán, que se “comió el marrón” por no desvelar su fuente informativa, sin prueba alguna que justificara la difusión de esta noticia.
Algunos periodistas, inconscientes del daño que así hacen al deporte y a la convivencia en general, llegan a extremos insospechados.

Mientras contemplaba yo plácidamente el partido del martes entre Barcelona y Milán y justo después de la señalización del penalti de Nesta sobre Sergio Busquets que todo el mundo pudo ver por televisión, indiscutible con el reglamento en la mano para mí y para todos los especialistas en la materia, llegó un mensaje a mi móvil de mi amigo Sergio Gracia, Madridista, que venía a decir algo así como “es penalti pero ante un equipo como el Milán no se puede pitar un penalti así. El árbitro se ha cargado el partido”.

Esta misma teoría con diferentes matices cabalgó por la red las horas después del choque y cómo no, en las tertulias futbolísticas de la televisión y la radio. Curioso fue el tratamiento de la prensa deportiva al día siguiente. Tanto el periódico As como el periódico Marca, especialmente este último, mostraban en sus respectivas portadas la noticia del pase a semis del Barça y hacían especial mención a los dos penaltis señalados a favor de los de Guardiola, con particular atención al segundo de ellos. Si bien reconocían que era penalti, la noticia que resaltaba por encima de todas era unas declaraciones del sueco Ibraimovich que decía lo siguiente : “Ahora entiendo a Mou”.

Con este hábil titular la prensa deportiva madrileña (debería decir madridista) consigue, una vez más, desviar la atención del lector y confundirlo ya que, de una forma sutil, desliza el mensaje de que el sentir de otros que no son de la órbita merengue es idéntico al del gurú madridista, dejando caer así que algo hay de cierto poerque cuando el “río suena, agua lleva”. Lo que decía: “calumnia que algo queda”.

Pero lo llamativo del enfado del madridismo (me refiero al mediático y no al madridismo que entiende de fútbol, que lo hay y mucho, como no podría ser de otra forma si hablamos de la institución más laureada de la historia del fútbol) en esta ocasión no es que el árbitro haya favorecido al Barcelona con una decisión errónea (por cierto, en un partido contra un equipo extranjero, así que al traste con su patriotismo usurero de usar y tirar) sino que se queja de que el árbitro haya pitado correctamente en el campo lo que vio todo el mundo en directo.
Como le dije a mi amigo, del que debo decir en su descargo que reconoció su error, “no hay penaltis que se pitan y otros que no, sino que un penalti es sencillamente penalti porque lo es y punto”. Y además, de su reflexión respecto a la importancia del rival para la señalización o no de tal pena, se desprende que acepta que haya una justicia para los grandes y otra para los que no lo son tanto, cosa que de ser así desvirtuaría la competición. Por último, le recordé que no fue el árbitro el que se cargó el encuentro sino el milanista Nesta, que limó las opciones de su equipo para ganar el choque al agarrar de la camiseta a Sergio Busquets descaradamente dentro del área.

Curiosamente, por la noche, el argumento equivocado de mi amigo Sergio era, con matices, el que los “Ronceros” de turno utilizaron para denigrar una vez más un nuevo triunfo barcelonista. Y aquí es donde empieza mi post en defensa de lo obrado por Guardiola, señor que ha aportado al rudo mundo del fútbol educación y cierta visión artística, que, dicho sea de paso, otros esbozaron antes que él. Errores, como todo ser humano, comete, pero aún no se le ha visto desplantar a la prensa por no ser de su agrado un resultado.

Considero una injusticia enorme, que con los años será recordada como histórica, que unos cuantos usureros y malintencionados simplifiquen los logros de un equipo que ha marcado ya una época, a simples ayudas arbitrales y conspiraciones (el famoso Villarato o Platinato) sin demostrar ni una sola de sus afirmaciones. El daño que esto ha hecho a la imagen de nuestro fútbol, del que los medios aseguran que es poseedor de la mejor liga del mundo (los medios españoles, claro está) es incalculable. Tanto es así que el pasado miércoles, un día después de la victoria del Barça sobre el Milán, algunos medios de comunicación italianos (los mismos que se sienten orgullosos del codazo de Tassotti a Luis Enrique en el mundial de E.E.U.U.’ 94) exhibían en sus portadas, sin ningún tipo de rubor, la palabra “robo” como titular. Es decir, que para los medios italianos el árbitro se equivocó al haber pitado un claro penalti en contra del Milán por ser éste… ¿muy riguroso?

Esto sin acordarse de las dos penas máximas que el árbitro habría pitado en la ida de la eliminatoria de haber estado más atento. ¡Qué vergüenza y sobre todo qué de falta de rigor informativo! El peor de los defectos que puede cometer un periodista. Claro que si dentro de nuestro propio país fomentamos el poco respeto hacia nuestros propios equipos, en Europa es lógico que después nos tomen por el pito del sereno.

Mientras tales conspiraciones denunciadas por parte de la prensa madridista no sean demostradas (curioso es que cuando las cosas iban mal dadas en el barcelonismo se utilizaba la misma táctica para desprestigiar los éxitos madridistas. De hecho recuerdo que cuando yo era pequeño el argumento más utilizado entre los barcelonistas para justificar el fracaso propio era que los árbitros eran siempre favorables al Real Madrid, como si a Hugo Sánchez le pusiera los centros el presidente del colegio de árbitros y no Michel o Martín Vázquez) mientras no haya una sola prueba que demuestre y clarifique lo que es el tal “Villarato”, supuesta conspiración para favorecer los intereses del F.C. Barcelona frente a los del Real Madrid (y otros equipos), mientras eso no se pruebe con hechos demostrables, las cosas, le guste o no a Mouriño, personaje que vino a contaminar el ambiente con permiso de los directivos del Madrid que al callar ante los exabruptos que este señor lanza contra sus colegas, árbitros y directivos federativos, le asisten de razón institucional, pues es la única voz del madridismo actualmente a falta de otras más autorizadas, les guste o no a los periódicos capitalinos (tan parciales y fanatizados como los periódicos barceloneses, de eso no hay duda) las cosas son de la siguiente manera:

Con Josep Guardiola, el F.C. Barcelona ha ganado en tres temporadas la friolera de trece títulos, entre ellos, dos copas de Europa, dos copas del mundo de clubs, tres ligas y una copa del Rey. Su juego ha sido objeto de admiración en el mundo entero por su renuncia a la especulación del marcador, ha infundido un cierto halo poético en sus más importantes triunfos por la belleza estética de sus acciones y su máximo estandarte, el argentino Leo Messi, producto de un especial cuidado y una acertada política deportiva llevada a cabo por el F.C. Barcelona en el fútbol base durante más de veinte años, ha ganado los tres últimos balones de Oro (a pesar de las insistentes y ridículas campañas orquestadas contra él desde algún rotativo capitalino).

Ese es el legado deportivo del que algunos califican ya como el mejor equipo de la historia. Yo no sé si lo es. Lo que sí sé es que “Obrebos”, “Villaratos”, “Platinatos” son ridículos y pueriles infundios. Si no, traigan las pruebas. De lo contrario cállense y dejen a los buenos aficionados disfrutar del buen fútbol (que por cierto también practica el Real Madrid)
Una máxima aprendí cuando jugaba al fútbol de pequeño apasionadamente, además de los valores que comenté al empezar este post: al final, a pesar de lo que digan o especulen fuera del terreno de juego, los únicos que hablan son los futbolistas en el campo con el balón. Cuánta razón tienes, Lobo: http://www.mundodeportivo.com/firmas/lobo-carrasco/index.html
Lo demás son fantochadas.

Gràcies Pep. Los que aman el fútbol, sean del equipo que sean, te estarán siempre agradecidos.

Salud amigos.

 

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