Sesame Street se ha hecho adulta, se ha convertido en avenida y se llama Q. Sus personajes siguen siendo de pelos de colores, suaves y agradables de acariciar, con esos ojos redondos como platos y esa bocota que les corta la cara de oreja a oreja. Siguen siendo muñecos encantadores a los que antes conocíamos de cintura para arriba imaginando que sus piernecitas estaban tras la valla y que ahora se mueven libremente por el barrio gracias a que cobran vida en las manos de unos extraordinarios cantantes-actores, que son lo mejor de este singular espectáculo.
Sesame Street ha crecido como lo hemos hecho todos y en sus calles los problemas también se han hecho grandes. En vez de inventar a qué jugar preocupa ahora en qué poder trabajar, o más bien sólo poder trabajar, en vez de aprender los colores importa la diferencia de los tonos de piel y las consecuencias racistas, importa el dinero y sobre todo el sexo, el sexo y el sexo. Ah, y el amor. Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… vamos a cantar la canción del ocho.. Es Barrio Sésamo que se ha convertido en Avenue Q, y sigue siendo un barrio genial. Con su alegría, su desenfado, desparpajo, divertido, lleno de color y de humor, mucho, mucho humor. Y canciones. Magnífica la música de Jeff Marx, pegadiza y jovial, como la de la tele, que se te queda en el cerebro.
En esta pequeña y apartada Avenida Q se lo pasa uno a lo grande y se disfruta de verdad con el trabajo impecable y extraordinario de un elenco curtido a pesar de su juventud. Excelentes voces y buenos actores que se lo curran de verdad, para conseguir transmitirnos emociones a través de los muñecos. Ángel Padilla, un número uno. "Princeton" no podría en otras manos, ser un peluche adolescente tan entrañable, fresco y natural como lo es en las de este sobradísimo artista. Me encantó. Y "Kate" se hizo también encantadora al cobrar vida con Inma Mira, maravillosa. Simpatiquísimo Leandro Rivera que se convirtió en un "Trekkie" mucho más lascivo que el que solía salir de los cubos de basura de Barrio Sésamo. Y una chinita peculiar, Thais Curia, en la versión femenina del japonés de Ángel Garó. Es una broma. Me gustó.
Merece la pena este musical que se sale del patrón clásico del teatro cantado, y que puede ser un gancho fácil para que el público joven tome interés por un género al que años atrás se le tenía algo de recelo. Déjate caer por Avenue Q.