Una expectativa alta suele ser víspera de decepción. Y eso ocurre con "Sister Act, el musical". El espectáculo de Stage Entertainment y El Terrat ha llegado hace poco a Madrid, después de recorrer el país con éxito relativo. Como nueva producción, ha sido esperado con ansia por los fanáticos del género en la capital y, una vez vista la función, es difícil que estén contentos. Lo divertido del personaje protagonista, al que Mireia Mambo defiende con suficiencia vocal, el empeño del resto del reparto y algún que otro buen momento son sus únicas cosas rescatables y no son, ni mucho menos, suficientes para evitar la conclusión: "Sister Act" decepciona. Mucho. A pesar de esos elementos y de la corrección técnica, se queda lejos, lejísimos, del interés y la emoción que podrían haber sido sus señas de identidad.
El "pedigrí" no es garantía de excelencia. Este "musical divino" es un ejemplo claro. Su referente primero es una película divertida y vibrante, que está en la memoria de todos por su robusta partitura, atravesada de funk, soul y gospel, y por el carisma de su personaje protagonista, al que Whoopi Goldberg dio vida, creando el molde. A pesar de la "bendición" de la actriz norteamericana, que es productora del montaje, no hay casi nada de lo bueno de aquella película en esta producción. Tampoco debe haber mucho de los musicales de Londres y Broadway, shows con partitura de Alan Menken y letras de Glenn Slater, que se hicieron merecedores de varias nominaciones a los Premios Olivier y los Premios Tony.
Es como si en su viaje a España, el musical hubiera perdido buena parte de su intensidad y, desde luego, los rasgos necesarios para estar ni siquiera cerca de la excelencia. La traslación del texto y las canciones de "Sister Act", llevada a cabo por Xavier Cassadó, no solo no potencia las virtudes del texto y le da al show una vía sobre la que desplegarse para la fascinación, sino que lo descarrila con su renuencia a dibujar bien los personajes, su tendencia a plagar las líneas de chistes malos y su reconfortarse en la convencionalidad. El resultado es más de lamentar todavía porque la historia, que lo pone todo fácil para el disfrute, es la misma: una cantante de tugurio con sueños de grandeza es testigo de un asesinato y, para salvar la vida, se refugia en un convento que languidece en la ciudad. Allí, como testigo protegido y gracias a su personalidad y su pasión por la música, transforma para siempre la vida de las monjas con las que convive.
Este "Sister Act" está dividido en dos mitades y ninguna de las dos es satisfactoria. Antes del descanso, imprescindible herramienta marketiniana del género, la historia ha avanzado hasta el nudo sin capturar nunca del todo la atención del espectador. Esa primera mitad, con todo, es suficiente para ver que Mireia Mambo, a pesar de un comienzo algo acelerado, se siente cómoda en los perfiles del personaje y canta correctamente, aunque las canciones vayan a permanecer poco tiempo en nuestra memoria. También basta para comprobar que la vertiente masculina del montaje sale mal parada respecto de la femenina, y ello a pesar de que el personaje de la Madre Superiora nos pareció algo desvahído en la interpretación de la actriz no titular. La mayor parte de los números de los mafiosos que persiguen a la protagonista decepcionan por un equivocado tono cómico que no sólo los vuelve nulamente graciosos, sino que los elimina como elemento de interés para la trama. Eddie, el policía, es solo un esbozo de lo que debería ser y ni el texto desarrolla correctamente la historia entre él y Deloris ni el actor, Edu Engonga, acierta a brillar en los momentos destinados a ello.
Con tan irregulares cimientos puestos, "Sister Act" entra en su segunda parte para terminar de confirmar que algo en su interior no funciona. El clásico camino al clímax final, que debería mantener al espectador al filo de la butaca con sus giros de trama y su creciente intensidad vocal, es en este caso un tortuoso camino de casi una hora llena de números aislados, en algunos casos innecesarios, que se amontonan más que otra cosa y acaban provocando el bostezo a pesar del buen trabajo de Josep Ferré en la dirección musical: aunque las letras no sean brillantes. No así las voces, suponemos que por causas técnicas: en todas y cada una de las piezas del musical hay problemas para entender lo que cantan los protagonistas.
No, el "pedigrí" no asegura los resultados. "Sister Act" no podía tener mejor línea genética y sin embargo se queda en la medianía. Ojalá "El Hombre de la Mancha" en el que la productora está ya trabajando junto a Mario Gas, aspire a mucho más. Por lo que ese título significa, es prácticamente una obligación.