Teatro por horas

Julio Bravo

En Madrid se ha reeditado el fenómeno del teatro por horas.

La cosa no es nueva: a finales del siglo XIX proliferó esta fórmula en varios teatros de Madrid (el mascarón de proa fue el legendario Teatro Apolo, catedral del género chico). Consistía el teatro por horas en poner en escena, a lo largo de la tarde-noche, una sucesión de obras de corta duración con la intención de atraer a los teatros a un público más numeroso y variado.

¿A que resulta familiar? Varios teatros de Madrid (no conozco si ocurre lo mismo en Barcelona) han resucitado esa antigua fórmula, y ofrecen una nutrida cartelera que varía dependiendo de la hora y del día. Salas como el Fígaro, el Infanta Isabel o el Gran Vía presentan una variada carta de espectáculos. El mayor ejemplo es el teatro Lara, quizás el que lleva el sistema más al extremo. La pasada semana ofreció en sus dos salas dieciséis espectáculos a distintas horas y en distintos días: "Versus" (lunes), "El tesorero" (lunes), "Burundanga" (de martes a domingo), "Paquito" (martes), "Locuras cotidianas" (martes), "El feo" (martes), "Las heridas del viento" (miércoles), "Amores minúsculos" (miércoles), "Batavia" (miércoles), "Taitantos" (jueves), "Espacio" (jueves), "Entreactos" (Jueves), "Mejor historia que la nuestra" (viernes y sábado), "La llamada" (viernes, sábado y domingo), "Que vaya bonito" (viernes), y "Confesiones a Alá" (sábado y domingo). Repito: dieciséis espectáculos en un teatro que, como el Lara, no es precisamente grande. Y es solo un ejemplo.

Evidentemente, la situación del teatro en Madrid ha cambiado de manera radical. Será la crisis, el 21% de IVA o la búsqueda desesperada de nuevos espectadores. Pero hoy en día son escasos los teatros que ponen en cartel una función sin anunciar fecha de salida, como era antes la costumbre. Los programas cerrados eran patrimonio de los teatros públicos, pero actualmente siguen esta fórmula muchas de las salas, tanto en el circuito alternativo como en el comercial. Se huye -no lo reprocho, simplemente lo constato- del riesgo, se confía poco o nada en las producciones y se programa mensualmente y con cuentagotas.

No estoy seguro de que la fórmula del teatro por horas sea una buena solución. Entre sus ventajas, la posibilidad de llevar propuestas al escenario. Por contra, muchas de estas propuestas (incluso las que son interesantes) se presentan con escasos medios y en circunstancias desfavorables, con lo cual las compañías tienen que escalar una incómoda cumbre (más) para llegar al público. Éste, por otro lado, tampoco recibe la propuesta en las mejores condiciones, ya que las salas no están, en algún caso, preparadas para llevar a cabo los cambios en el tiempo necesario, y se obliga a los espectadores a esperas innecesarias y, en muchos casos, a comprensibles incomodidades.

Para muchas de las salas que han proliferado en los últimos años quizá sea ésta la única manera de establecerse en el panorama teatral; desconozco si han estudiado otras fórmulas de trabajo o se han dejado llevar por la moda del Microteatro sin intentar ir más allá. Pero no creo que sea un sistema de futuro; a corto plazo ayuda a que el tejido teatral se mantenga vivo y musculado, pero poco más. Por no hablar de la rentabilidad económica, que imagino escasa o nula.

Lo he repetido a menudo en mis textos en ABC y en mi blog Una butaca con vistas: el momento creativo que vive el teatro español es extraordinario. Pero, desgraciadamente, la mayoría de los trabajos son disparos al aire que, si la situación no mejora, quedarán en barbecho. Los teatros (y sé que generalizar es injusto) han de reflexionar sobre su manera de llevar su oferta a los espectadores.
 

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