Una aclaración

Ignasi Vidal

Debo hacer una aclaración con respecto a ciertos puntos de mi post titulado "el teatro se indigna" pues creo que, a tenor de los muchos mensajes que he recibido lamentándose por el "poco" éxito que ha obtenido el musical "Los Miserables" en Barcelona, me doy cuenta de que no he sabido transmitir, claramente, la idea en torno a la que giraban mis reflexiones.

En primer lugar, en ningún momento dije que el montaje de "Los Miserables" no haya sido un éxito, pues se trata de la producción que más entradas está vendiendo en Barcelona, y, además, a mucha distancia de la que le sigue en cuestión de ventas. Sencillamente dije que su éxito era algo muy relativo y un éxito relativo significa que sí se trata de un éxito aunque haya ciertos matices que lo conviertan en relativo, en los que no entré porque mis reflexiones estaban encaminadas hacia otro tema y mi referencia a la relatividad del éxito de "Los Miserables" era un simple ejemplo en el que apoyar mis argumentos. En definitiva, sólo traté de establecer una comparativa entre el éxito logrado en Madrid y en Barcelona, pero éxito en resumidas cuentas y las razones poco me importan. De ahí que me haya sorprendido la cantidad de mensajes que he recibido lamentando el "poco" éxito de "Los Miserables" en Barcelona y sobre todo las razones que lo han provocado.

Por otra parte, es evidente que no estuve muy atinado en la concreción de la idea pues tampoco trataba, en mi exposición, de abrir un debate sobre si es o no conveniente un teatro suvbencionado en nuestro país con la que está cayendo. Particularmente tengo mi opinión al respecto, pero no quise sacarla a relucir (digamos que no mucho). Puede que algún día lo haga pero desde luego no tuve la intención de hacerlo en mi anterior post y en consecuencia tampoco quise hablar sobre el mal uso que algunas conpañías o teatros públicos hacen de las ayudas recibidas, como algún amigo me ha apuntado en su mensaje y con razón en su argumentación.

Sencillamente, lo que quise subrayar en mi post "El teatro de indigna" es mi profunda preocupación y, por qué no decirlo, mi malestar, por la pésima imagen de la que goza mi gremio entre una cantidad innumerable de personas, ciudadanos como yo, que como casi todo el mundo, atraviesan una situación complicada debido a esta interminable crisis, razón por la cual buscan chivos expiatorios a los que señalar con el dedo y cargar, así, su malestar contra alguien. Insisto en la idea de que el resultado de dicho malestar, y objeto de mi preocupación, son las incontables calumnias que los profesionales de las tablas deben soportar por parte de estos desairados conciudadanos, que a su vez no ven que los auténticos culpables de la situación no están sobre las tablas, sino sentados en cómodos sillones de lujosos despachos de consejerías, concejalías y/o diputaciones.

Para apuntalar mi exposición diré que en general, aquellos que trabajan sobre las tablas tratan de hacer su trabajo con total libertad. Por ello si esta sociedad olvida la labor importantísima que el teatro, como tantas otras actividades, en general (no en todos los casos) lleva a cabo en pos de la libertad y por el bien de la cultura, empezaremos a perder parte de nuestra capacidad de autonomía y decisión, pues el teatro, (el bueno, quiero decir) es un mercado transaccional de ideas y opiniones, variadas, de todos los tipos, que los políticachos estarían encantados de clausurar.

Curisosamente, y después de haber publicado mi post "El teatro se indigna", leí la interesantísima entrevista realizada por "El País" a Blanca Portillo. En una parte de esta entrevista, también ella se muestra apesadumbrada por la preocupante imagen que se tiene de nuestra profesión, ya que lo que ofrecemos los profesionales de la escena, al tratarse de un producto que no se compra en tiendas, que no tiene un precio de mercado concreto, a los ojos de muchos no vale nada (o lo que es lo mismo, cualquiera puede hacerlo, hasta Paquirrín) y continúa diciendo, de una forma brillante, que el trabajo de actriz o de actor no es más inportante que cualquier otro, pero que el hecho de que ella le quite importancia no significa que carezca de valor. Es interesante ver en su relato de su breve paso por la dirección del Festival de Mérida cómo el poder político lo contamina todo hasta distorsionar la realidad. Os recomiendo que le echéis un vistazo a la entrevista.
Termino ya.

Si dejamos que los politicachos (también hay políticos honrados y hasta los hay buenos, de un signo y de otro. El resto son politicachos) salgan indemnes de la cantidad de dinero público que han despilfarrado o se han llevado a casa en bolsas o en forma de trajes o en forma de caballos de carrera, da igual, y culpamos al comediante, que no decide presupuestos ni partidas (nos ha tocado ahora, pero pronto vendrán otros respetables profesionales de otros gremios) iremos perdiendo la batalla por la libertad.

Para acabar diré que tal vez la manera de cerrar mi último post fue algo violenta, lo reconozco y pido disculpas si he ofendido a alguien (también a los "respetables" contertulianos de los programas de chismorreos y concusantes de Gran Hermano. De algo hay que vivir) No debemos matar simplemente al mensajero, es decir a la televisión, por la mediocridad intelectual a la que vamos encaminándonos a pasos cada vez más grandes (y a la que en cierto modo también contribuyo por mi pasión por el fútbol) Hay un gran beneficiario y causante de tal deterioro cultural, que no es otro que el interés político, pues como siempre está detrás de la carroña televisiva con el objetivo de volvernos lerdos a todos (uf, se me calienta la boca, como decía Rubianes…).

Como ejemplo sirva el hecho de que no llevemos ni un solo mes con el nuevo gobierno para que Ana Obregón haya aparecido de nuevo presentando un programa de entretenimiento en Televisión Española.
La que nos espera…

Salud, amigos.

Facebook Comments
Valoración post
Etiquetas
,