Y sin cobrar

Enrique R. del Portal

Este es un trabajo duro. Aunque parezca lo contrario desde fuera muchas veces, porque el profano puede verse deslumbrado por un exceso de glamuroso neón que en la mayoría de los casos no existe, o por el contrario, nos tacha de ser una especie de vagos sin oficio ni beneficio. Y ninguno de los extremos refleja nuestra verdad cotidiana.

Como cualquier otro, este trabajo –aún no lo he nombrado, el de intérprete de teatro musical- requiere de una disposición y una preparación, que debe ser completa en las tres disciplinas, a saber; la actuación, el canto, y la danza. Dominando, al menos, dos de éstas, pero preferiblemente, moviéndose con cierta soltura en todas ellas. Después llega el momento de presentarse a las audiciones, pasar pruebas, preparar personajes, redactar y mandar currículos, acudir a entrevistas, y estar al tanto de las novedades de nuestra comunidad profesional. Conocer los perfiles de los repartos de los proyectos futuros para encontrar donde encajamos y nunca ser displicente con la empresa productora, para poder optar a un elenco.

No es fácil, y es una carrera en la que, salvo las honrosas y escasas excepciones de algunas primeras figuras, el resto de “obreros del escenario” debemos estar alerta siempre, en una constante formación que nos permita estar en la línea de salida del próximo show. Y no siempre esto nos asegura que vayamos a tener continuidad en nuestro trabajo, en la forma que hemos elegido para ganarnos la vida

Aún así, hay muchos que se ven irresistiblemente atraídos por el oropel del que os hablaba en las primeras líneas. Que sueñan con su nombre encabezando el cartel de un estreno en la Gran Vía, algunos más osados, incluso en Broadway, y otros con expectativas más domésticas, formando parte de uno de los muchos grupos amateur que, en la actualidad, revisitan los éxitos de la cartelera musical.

No es algo que venga de ahora; creo que desde siempre ha habido gente que ha dedicado su tiempo libre, quitando horas al descanso o a la vida contemplativa, para llevar a cabo una función de teatro, y mostrarla con enardecido orgullo al público, como si de una producción comercial se tratase. Yo mismo he tenido la ocasión de participar en muchas ocasiones, en funciones, incluso pequeñas temporadas, organizadas por grupos de aficionados, que recurrían a contratar profesionales, a modo de mercenarios, para cubrir los papeles que no pudieran interpretar por su dificultad. Antes se llamaban cuadros líricos, y eran multitud, llegando a competir en calidad con algunas compañías profesionales, algo que degradó la lírica de forma irreparable, pero eso, es asunto de otro post…

A raíz de mi primera incursión en el musical, aquellos Miserables de 1992, me llamó la atención la cantidad de grupos que, durante nuestra estancia en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid, decidieron llevar a sus escenarios este mismo título. Algunos de ellos recurrieron a pedir nuestra ayuda, y muchos compañeros, echaron una mano en la realización de aquellas funciones. La mayoría no eran siquiera grupos organizados como tales, sino funciones para celebrar el fin del curso, con lo que a veces, nos encontrábamos repartos de edades inverosímiles, con un Javert de 14 persiguiendo a un Valjean de 16. Y seguramente esto les daba un encanto aún mayor, que nosotros, los integrantes del reparto original, disfrutábamos enormemente cuando nos invitaban a sus representaciones.

Esto dejó en mí el gusto por seguir a estos grupos amateur. Por estar más o menos al tanto que los títulos que programan, y por asistir a sus actuaciones, en las que la mayoría de las veces, disfruto más que en el teatro “de verdad”, que esta deformación profesional mía tan acusada, no me deja apenas apreciar. También, cuando he podido, he intentado ayudar, aportando algo de mi experiencia, y aconsejando en lo que pudiera, o incluso implicándome en algún cometido. Este fue el caso de mi encuentro con el grupo del Colegio Salesianos Atocha, con los que colaboré en la grabación de "Oliver!", que resultó una dura labor, pero extremadamente satisfactoria, y que dio a luz, un disco del que todavía se puede disfrutar.
Innovalírica fue un caso especial; como su propio nombre indica no era un grupo de Musical propiamente dicho, si no de Zarzuela, y se movían en un sutil espacio entre lo profesional y lo amateur, más por los planteamientos estéticos que por su talante y comportamiento, que era el de una compañía seria de repertorio.

Llegado este punto, convendría resaltar que muchas veces se ha utilizado la palabra aficionado o amateur, para destacar la escasa calidad o el comportamiento poco adecuado de un profesional. Quizá porque nunca hemos llegado a entender que alguien hiciese lo mismo que nosotros, sólo por el placer de hacerlo, sin la posterior recompensa crematística. O tal vez, porque, embebidos de nuestros arrogantes egos, no reconocíamos la cantidad de trabajo y buen hacer que podía haber en ellos. O posiblemente por el desprendimiento que derrochan sus horas de esfuerzo, y que podían suponer una amenaza para nuestras exigencias laborales.

En cualquier caso, yo he seguido colaborando cuando me lo han pedido y he podido. En ocasiones siendo contratado, y en otras, ayudando en la medida de mis posibilidades. Con las voces, o la escena, o reescribiendo un estribillo, pero intentando que el entusiasmo de los muchachos llegue a buen puerto. O simplemente acudiendo a verlos actuar. Cuando no me invitan suelo asistir por mi cuenta, y así en las última temporada he tenido ocasión de ver de nuevo "Los Miserables" por el grupo de Salesianos Carabanchel y por Acorde al Guión.

Pero ha habido una función a la que he asistido que superado todas las expectativas que pudiera tener sobre ella. Aunque ya había oído comentar su nivel de calidad, que roza el de muchas producciones del teatro profesional, ha sido una agradable sorpresa descubrirlos. Se trata del grupo Amorevo, perteneciente al colegio Salesiano del Paseo de Extremadura, que estos días están representado "La Sirenita". Un verdadero derroche de talento, de trabajo duro y horas de ensayo, que se ven en cada minuto de función. Un reparto deliciosamente equilibrado y una maquinaria técnica perfectamente engrasada, que dan como resultado un estupendo espectáculo del que disfrutan pequeños y mayores.

Claro que ellos cuentan con la ventaja de disponer de ocho meses como media para preparar sus representaciones, pero no olvidemos que es tiempo que comparten con sus estudios y sus trabajos, y que sus recursos son muy limitados, lo que hace que tenga un valor añadido la pericia con que solucionan los múltiples problemas escénicos que plantea un título tan complejo.

Son muchos los nombres que seguramente olvido, pero no quiero dejar pasar la ocasión de citar a estos jóvenes, a los que muchos compañeros profesionales y medios como Teatro a Teatro y Broadway World España ya hemos felicitado después de aplaudirlos: Laura Arribas, una delicada y deliciosa Ariel, Daniel Rubio como el apuesto Eric, Laura Alicia Rubio, regalándonos una sugerente Úrsula, Sergio Molina, dando una poderosa presencia al Rey Tritón, Ramsés Volbrecht creando un divertido, ágil, y agudo Sebastián, Nathaly Mogro como el pusilánime Flounder, Cristián Pascual prestando carácter flemático a Grimsby, Javier García y Lidia Bañez, la servil pareja de anguilas Jetsam y Flotsam, Óscar Santamaría palmoteando graciosamente su rol de gaviota Scuttle, Alberto Bravo con su breve pero aprovechadísimo cocinero Louis, y a modo de corifeo, las hermanas de Ariel, Aquata, Andrina, Arista, Atina, Adella y Allana, solventadas con perfecta sincronía por Judit Gayán, Ivonne Mogro, María Sierra, Alba Jiménez, Marta González y Rut Casado.

Hay muchos más, cantando, bailando, encargándose de la maquinaria, de la luz o la regiduría y demás aspectos técnicos. Y todos tienen un merecido aplauso aunque este espacio sea limitado. Dirigidos de forma estupenda por Nacho Cano, nos han hecho pasar un rato agradabilísimo, y me han ayudado a reafirmar porqué estoy en esto y persigo, con mayor o menor fortuna, lo que ellos han conseguido esta noche: Magia, en el escenario y en sus miradas al recibir la merecida ovación con que ha culminado su espectáculo.
¡Quién pudiera ser amateur!

Crítica de "La Sirenita" del grupo Amorevo.

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